Testimonios Trans…
Fefi
Ha actuado con numerosas personalidades, desde Rocío Jurado, hasta Sara Montiel, Esperanza Roy, en aquellos años en los que las salas de fiestas regaban la ciudad y el espectáculo que se ofrecía rozaba el cabaret, mientras por las calles todavía estaba en vigor la “Ley de vagos y maleantes”, por la que en más de una ocasión ha tenido más de un susto, que hoy se han convertido en anécdotas.
B.- ¿Cómo afectaba la dictadura en el transformismo y a la hora de actuar?
F.- Hasta el momento que entró Felipe estaba todo muy controlado. No había problemas si estabas dentro de la sala, pero no podías poner un pie fuera del local. A mí en el 80 me detuvo la policía nacional en Madrid al bajar de un taxi e ir a entrar en el local donde actuaba. Aunque enseñamos el contrato de trabajo para la sala nadie nos libró de terminar en comisaría. Al ser viernes nos tuvieron hasta el lunes que llegó el juez. Junto a mí había una portuguesa que decía “que nos toque el juez bueno, que nos toque el bueno” que debía ser uno de izquierdas, porque había cada uno que ‘válgame Dios’, enseguida te mandaban a prisión.
B.- ¿Qué tipo de público acudía en aquel entonces?
F.- De todo, juventud, matrimonios, gays poquísimos. Hoy en día no se da el espectáculo de antes. Tú veías un espectáculo nuestro y veías algo montado con coreografías, con intensidad, con drama, vestuario con plumas, lentejuelas… ahora no, ahora salen a hacer una canción y ya. Por eso han desaparecido tantas salas y ya no es lo de antes, porque la gente quiere espectáculo.
B.- ¿Crees que hoy en día hay menos tolerancia o respeto hacia los travestis y transformistas?
F.- Yo la verdad es que vivo en mi campana, en mi mundo y en mi felicidad, que me ha costado; a mí nadie me jode la vida, pueden decir misa de mí. Pero sí que parece que la gente hoy en día esté al revés. En aquellos tiempos había mucha ansia de libertad porque salíamos de una dictadura del ‘hijo la gran puta ese’. En aquel entonces Bilbao era muy liberal y un lugar de referencia. Aquí venían todas, Lola Flores, Massiel…
B.- ¿Qué opciones existían para realizar un cambio de sexo?
F.- En España no había ayudas ni nada de nada. La operación de pechos sí que existía, pero para hacerse una vaginoplastia sobre todo se iban a Marruecos.
B.- Al no ser legal aquí este tipo de intervenciones, ¿no había problemas después a la hora de identificarse?
F.- Mis paisanas, en la década de los 70, para poder hacerlo estaban todas nacionalizadas en Bélgica, Holanda y Luxemburgo, venían aquí como extranjeras.
B.- Algo para olvidar…
F.- El desprecio de la gente y el desprecio de mi padre. El revelarte contra el mundo aun siendo un niño.
B.- Y algo inolvidable…
F.- Cuando vino el dueño de la primera sala en la que trabajé y me preguntó si quería trabajar en una nueva sala que iba a abrir. Yo ya estaba fuera de mi casa, sin haber cumplido lo 18, porque la convivencia con mi padre no era buena y me dijo que si no entraba por el aro, a la calle, y me marché con lo que tenía puesto y sin mirar atrás. Pero al año, cuando enfermó, me avisó mi hermana de que mi padre quería verme. Al llegar junto a su cama me vio y me dijo “Rosita, ¿ya vino tu hermano?” Le dije que era yo y comenzó a llorar, esa reconciliación con mi padre también es un momento que jamás olvidaré.
La Reno
Se considera una travesti ‘de las de antes’, y se caracteriza por la mordacidad y lo picante de sus espectáculos, pero siempre desde el respeto. Su objetivo, hacer reir a su público y que pasen un buen rato.
B.- ¿En qué se diferencian los espectáculos de transformismo de antes y los de ahora?
L.R.- Yo estoy acostumbrado al transformismo de toda la vida, con canciones picantes. El de ahora está claro que está cambiando, hay mucha diferencia, pero también es verdad que son otros tiempos. Ahora ya no es tanto un espectáculo de lentejuelas y diversión. Los de mi generación no intentamos ir de guapas ni de monas, no somos mujeres. Ya no se hacen canciones como las de antes ni se provoca tanto como antes.
B.- El hecho de ser transformista, ¿ha supuesto un obstáculo en tus relaciones?
L.R.- Sí. Cuando he conocido a algún chico con el que podría surgir algo le he dicho a que me dedicaba, y automáticamente muchos se escapan. Pienso que muchos no están preparados. Yo creo que pueden pensar que igual que estoy en el escenario es como soy en la vida real y no se dan cuenta de que es un papel que interpreto. Me parece mentira que hoy en día haya gente con prejuicios en este sentido. También tengo que decir que no siempre ha sido así, y que ha habido personas que me han comprendido y me han ayudado mucho, pero no es la tónica general.
B.- Por el hecho de dedicarte a esto, ¿has recibido proposiciones para otro tipo de ‘servicios’?
L.R.- Pocas veces pero alguna que otra vez sí. Cuando alguno me insinúa algo por el estilo me sale de dentro “vete con tu puta madre”. Es verdad que damos mucho morbo, sobre todo a los heterosexuales. En el espectáculo si alguno me toca el culo me doy la vuelta y le digo “sabes cómo me llamo, Concha, y mi apellido es ‘50 euros’”. Les da mucha curiosidad, te intentan levntar la falda para ver dónde cómo la ocultas.
Alguno me ha querido invitar a una copa tras el espectáculo, pero cuando les digo que esperen a que me desmaquille y me cambie, me dicen que me quede así. Entonces yo les hago ver que eso es mi trabajo, pero que yo debajo del escenario soy un hombre.
B.- ¿Se puede vivir hoy en día del transformismo?
L.R.- Es muy difícil, porque hay mucha competencia hoy en día, y la gente no valora este trabajo por lo que está muy mal pagado.
B.- Alguna anécdota de una de tus actuaciones…
L.R.- En una despedida de soltera, una de las invitadas estaba francamente pesada; no dejaba escuchar el espectáculo, y se comportaba de manera grosera, por lo que me fui hacia ella y le dije “tú si que eres fea, que no te contratan ni en el tren de la bruja”. Acto seguido se echó a llorar y lo más bonito que me llamó fue de maricón hacia arriba.
De todas formas, cuando termina el espectáculo siempre pido disculpas si he podido ofender a alguien.
Bárbara Lady Niples
A sus 21 años de edad forma parte de la generación de relevo del transformismo bilbaíno. Tímido en la vida real, cuando se mete en su personaje pisa en el escenario con seguridad. No le asusta ser tan joven y ve a las veteranas como una fuente de aprendizaje.
B.- ¿Cómo decidiste dedicarte a actuar como travesti?
B.L.N.- Fue en una salida de varios días que hice con un grupo de tiempo libre. Una de las noches había que actuar y me dio por ponerme una toalla y una escoba e imité a Aída, el personaje de Carmen Machi, y a Raffaella Carrà, y a la gente le encantó y me comenzaron a pedir que actuara en otras ocasiones. Al principio fue como un hobby, pero después surgió la posibilidad de hacerlo de manera profesional, y ya te maquillas distinto, te preparas más las actuaciones…
B.- ¿Qué opina tu familia y amigos de que te dediques a esto?
B.L.N.- La verdad es que todos encantados.
B.- ¿Qué opinión crees que tiene la sociedad de los travestis?
B.L.N.- Mucha gente nos ve como seres ridículos y piensan que somos personas sin vergüenza que nos disfrazamos y nos subimos a un escenario, y no se dan cuenta de que para hacer esto hay que tener un par de huevos y es algo muy preparado. Yo tardo alrededor de una hora en caracterizarme.
B.- ¿Has sufrido algún tipo de insulto o agresión por ser travesti?
B.L.N.- Agresión como tal no. Insultos sí pero no los retengo, por un lado me entran y por otro me salen, no me llegan a afectar.
B.- Alguna anécdota de una de tus actuaciones para olvidar…
B.L.N.- En una de las actuaciones, una espectadora estaba muy borracha, y en el último número subió al escenario a tocar las narices. Era un número bastante emotivo y tuvimos que parar y empezar de nuevo, y después ya no era lo mismo porque había mucha tensión en el ambiente.
B.- Y una buena…
B.L.N.- Muchas, ver a la gente cuando terminas el show que se acerca a felicitarte y a darte besos y abrazos a mí me llena muchísimo.
B.- Te ayuda el meterte en el personaje a desinhibirte, te transformas en otra persona?
B.L.N.- Sí, completamente. Aunque mi pensamiento es el mismo, me da el valor de romper la barrera que puede existir con un desconocido.
B.- ¿Crees que hay intrusismo en esta profesión?
B.L.N.- Mucha gente se piensa que por ser ‘marica’ y ponerse unos tacones y una peluca ya sabe actuar, y cualquiera no sirve para subirse a un escenario por muy altos que sean los tacones o por muy mona que estés con un vestido. Hay que tener mucha rapidez mental y saber improvisar.
B.- ¿Sueles ligar vestido de travesti?
B.L.N.- Que me metan mano o me toquen el culo muchas veces, sobre todo con hombres heteros casados, que ven algo nuevo y se vuelven locos. Una gran parte de los heteros tienen esa fantasía.
Nagore Gore
Transformista, actriz y productora de su propia serie ‘Rosaura’ (con casi medio centenar de capítulos), presentadora, consejera sentimental en esta revista… y ante todo una gran persona generosa, siempre dispuesta a ayudar con una sonrisa.
B.- A diferencia de otro tipo de travestis, tú no intentas parecer mujer… en qué se caracteriza tu forma de hacer espectáculo?
N.G.- Yo quiero hacer reír a la gente. En eso creo que se basa el espectáculo de Las Fellini. Que la gente suelte carcajadas. Los recursos son muchísimos y una de las cosas que más gracia hace a nuestro público es nuestra estética. El efecto sorpresa. El hecho de decir perfectamente quién eres por tus pintas. Nuestro espectáculo es una parodia, es la parodia de unos personajes que se sienten sexys sin serlo. Un quiero y no puedo en toda regla. No somos guapas, no sabemos bailar, no sabemos cantar y sin embargo nuestros personajes sí se lo creen todo. De paso también criticamos los modelos estéticos impuestos que tanto hacen sufrir a la gente.
B.- Cada vez es más usual ver que actúas fuera de Bilbao, incluso te has ido hasta Londres, ¿crees que la noche bilbaína está muriendo o es sólo una mala época?
N.G.- A ver, realmente la noche está mal en todas las ciudades. En Bilbao sobrevivimos no mejor o peor que en otras ciudades a las que visitamos con frecuencia, pero lo hacemos. Siempre pienso que esta crisis nos hará más fuertes a los que nos sigamos manteniendo en pie.
B.- ¿Qué aspectos destacarías como ‘lo mejor’ y ‘lo peor’ que tiene este trabajo?
N.G.- Para mí hacer feliz a los demás no tiene precio. Escuchar las risas, recibir tanto cariño del público. Sentirte querida y respetada aunque sea por unas pocas personas. Lo peor, las puñaladas traperas. Aunque también diré que en mi caso, este tipo de puñaladas consiguen el efecto contrario con el que fueron asestadas. Me hago más fuerte.
B.- ¿Qué consejos le darías a la nueva generación de transformistas?
N.G.- Pues que nunca olviden quién les tendió la mano en sus primeros pasos. Siempre hay que ser agradecida y tener muy presente de dónde viniste, si no con el tiempo te pueden tomar por una chalada aprovechada.
B.- ¿Qué pensamiento crees que tiene la sociedad en general sobre los travestis?
N.G.- A ver, el travestismo es una cosa y el transformismo otra. Yo creo que en el travestismo hay un aspecto sexual que es inherente a la persona que lo practica. Hay gente que puede ser policía, o futbolista y es travesti en la intimidad. El transformismo es en realidad un trabajo actoral al fin y al cabo. Es cierto que ambos pueden ir de la mano y ser practicado por la misma persona, pero también es cierto que una puede ser travesti sin ser transformista y al revés. Aclarado esto, te diré que los propios gays son los más reacios. Es absurdo que la atracción sexual que tienen algunas personas por una misma se vea mermada por mi trabajo. Yo odio a los toreros y eso no quiere decir que si veo a uno que me guste me deje de atraer por su profesión. Pues esto en nuestro caso se da. Sí amiga, increíble lo lerdas que son algunas.