Mikel Rueda
La de Mikel Rueda (Bilbao, 1980) es, a la chita callando, una de las carreras cinematográficas más prolíficas que recordamos por estos lares. Fue guionista en ‘Vaya Semanita’, debutó en el ‘largo’ con ‘Izarren Argia’ y tras dirigir varios y multipremiados cortos, va y estrena pasea su nueva película por la alfombra roja del Festival de Málaga. ‘A escondidas’ se mete a fondo en dos cuestiones que nos preocupan, y mucho: la homosexualidad entre adolescentes y la interculturalidad. El director de sonrisa pícara e irresistible recibe en exclusiva a BLUE meses antes de su estreno en salas. Calentamos motores con Mikel Rueda.
BLUE.- ¿Qué tal fue el estreno en Málaga?
MIKEL RUEDA.- Tuvo una buena acogida por parte de crítica y público y nos ha servido para cerrar casi del todo la distribución, así que estamos muy contentos. Ahora toca preparar el estreno, que será en otoño, porque el verano es mala fecha para estrenar cine: el buen tiempo, el fútbol…
B.- ¿Cómo y cuándo nace ‘A Escondidas’?
M.R.- El proyecto nació hace siete años de vivencias personales que hacía tiempo que quería contar. Veía que en la cinematografía vasca y española el tema de la homosexualidad en chavales casi no se había tocado, y me parecía necesario hacerlo. Considero el cine como un medio que sirve para cambiar cosas, y este es un tema que desgraciadamente sigue sin estar del todo normalizado dentro de la sociedad. Se han dado muchos avances en cuanto a derechos legales del colectivo LGTB, pero siempre son avances que tienen que ver con la legalidad. En la calle, la gente todavía tiene algunos reparos para hablar de homosexualidad sobre todo en edades tempranas. El cine y la televisión pueden hacer mucho para que eso cambie.
B.- El tema de la homosexualidad en la adolescencia sigue siendo un poco como una jungla…
M.R.- Sí, todo el mundo admite de alguna manera que a partir de los 18 años dos chicos o dos chicas puedan estar juntos o se puedan sentir atraídos. Pero cuando hablamos de adolescencia la gente todavía se rasga las vestiduras y está un poco incómoda al hablar de esto. No gusta decir que un hijo de 12 o 13 años es gay, nadie se atreve a normalizarlo. Hay que dar pasos para que esto deje de ser algo tabú y la gente lo tome como algo natural.
B.- Supongo que buscar y encontrar chavales que entendieran la historia habrá supuesto un casting algo complicado…
M.R.- Claro, es delicado, porque el mismo problema del que estás hablando lo tienes en la calle. Los chavales tienen ese perjuicio, ese miedo al qué dirán, la presión del grupo… Es delicado intentar encontrar chavales que se sientan a gusto, que entiendan el personaje y la historia. Teníamos claro que no queríamos actores, porque buscábamos la frescura que en chavales actores es difícil encontrar. Hicimos castings en Madrid, Barcelona y Euskadi, vimos a 3.500 chavales, fuimos de instituto en instituto, y dimos con chavales que tenían algo que no tenían el resto. Eran capaces de entender el papel que se les proponía, con la madurez que implicaba el personaje y la situación.
B.- Para el rodaje has elegido además la cara menos turística de Bilbao…
M.R.- Tenía claro que quería enseñar un Bilbao que no fuera el Bilbao de postal, sino un Bilbao vivido, urbano. En la película en ningún momento se dice que estamos en Bilbao, no quería situar la película en ninguna ciudad específica. La película es muy urbana, de calle, así que hemos rodado en Atxuri, Otxarkoaga, San Francisco, La Peña…
B.- Barrios todos con unos paisajes brutales…
M.R.- Son muy cinematográficos. El nuevo Bilbao está perdiendo un poco ese romanticismo que tenía el Bilbao industrial, más de barrio. Creo que este nuevo Bilbao es menos cinematográfico, es más de postal.
B.- ‘A escondidas’ es una historia que además de abordar la homosexualidad entre dos adolescentes también toca el tema de la interculturalidad…
M.R.- Sí, uno de los dos chavales es un inmigrante marroquí. La trama principal es la historia entre ellos dos, es una historia de amor, pero efectivamente el trasfondo habla de la situación de estos chavales, de menores no acompañados en el país, pero que no deja de ser una situación de fondo.
B.- ¿Cómo te encontraste el tema de las ayudas cuando presentaste el guión por primera vez?
M.R.- Un guión de estas características tiene que seguir unos cauces públicos que son los que son. La financiación privada hoy en día es imposible en Euskadi y España y lo público también está como está, así que ha sido lento… Empezamos en 2008 y hasta hoy. Despacito, tocando muchas puertas, recibiendo muchos ‘noes’ y muchos ‘sies’, pero al final la hemos podido sacar adelante que es lo que importa.
B.- ¿Qué te han dicho los que te rodean sobre la película?
M.R.- No me fio mucho de las opiniones de los que me rodean, porque nunca sabes hasta qué punto están diciendo la verdad o no, pero me fio de opiniones que llegan de opiniones de otra gente. Me quedo con que es una película que llega y que gusta. Ojalá que en salas comerciales vaya bien, y luego tenga una vida más larga todavía, que yo creo que es para lo que sirven estas películas. Es decir, que sirva para algo más, que sirva para dar que hablar, que los chavales piensen y se lleven algo más para casa.
B.- ¿Aspiras a que, una vez acabado su periplo comercial, se siga proyectando en centros educativos?
M.R.- Estas películas tienen que llegar a ese público. De nada sirve que esta película la vean las personas de la generación de mis padres. Les va a gustar más o menos, pero ellos piensan de una manera y esa manera de pensar no la va a cambiar una película. El trabajo viene de abajo, hay que hacerlo en edades tempranas, que aún están formando su manera de pensar y de ver el mundo. Hay que descubrirles otros mundos, otras maneras de sentir. Eso hará que en generaciones futuras la sensación cambie. Eso pretende esta película también.
B.- En Euskadi tendemos a pensar que en tolerancia hacia el colectivo LGTB sacamos buena nota. ¿Compartes esta opinión?
M.R.- Euskadi tiene un estado de salud bastante aceptable en comparación con otras partes del Estado. Yo he vivido cosas que jamás he vivido en Euskadi. Creo que es aceptable pero que todavía quedan muchos pasos por dar sobre todo en normalización. Pero empiezo a ver de vez en cuando adolescentes de la mano por la calle en Bilbao, cosa que jamás vería aquí al lado, en Cantabria por ejemplo. Me alegra que esos pasos se estén empezando a dar, pero espero que podamos darlos más rápido para que haya chavales que no tengan que sufrir tanto como sufren.
B.- ¿Eres de corto o de largo?
M.R.- Sigo haciendo cortometrajes, desde que hice ‘Izarren Argia’ he rodado otros dos cortos (‘Cuando corres’ y ‘Agua) y luego hice ‘A Escondidas’. No tengo intención de dejar el mundo de los cortos, creo que son dos formatos compatibles. Las historias son historias, algunas se cuentan en hora y media y otras en diez minutos. Es verdad que un corto requiere menos equipo, pero la energía y las ganas que inviertes son equiparables en formato largo o corto.
B.- Hablando de ‘Izarren Argia’, ¿qué sabor de boca te dejó tu debut?
M.R.- Fue un largo que me llegó por encargo. Al principio me dio un poco de vértigo porque era un tema que no controlaba, pero me fui documentando y vi que había una historia potente y la verdad es que estoy muy contento con el resultado y lo que se hizo con esa película.
B.- Y he oído que preparas ya otros dos proyectos…
M.R.- Ando liadito, sí, y que no pare. Tengo varios proyectos en marcha, pero hace falta que la situación económica cambie un poquito y que no me cueste otros siete años sacarlos adelante. Uno de ellos está más avanzado, esperemos poder empezar enseguida la fase de preproducción.