Las chicas de Bilbao
Los datos están encima de la mesa, por mucho que queramos disfrazarnos de sociedad moderna y avanzada. Una mujer tiene que trabajar 82 días más al año si quiere ganar lo mismo que un hombre. Lo dice el Instituto Nacional de Estadística, que sitúa la brecha salarial entre ellos y ellas en el 22,55%. En BLUE teníamos claro que la portada de marzo debía ser para estas seis mujeres de Bilbao, porque, contra viento y marea, han conseguido cumplir sus objetivos y sus sueños, y nos han dado una gran lección. Nos sentamos para hablar con seis ejemplos de lucha y superación, que representan a todas aquellas mujeres que no se han dejado amilanar por los prejuicios y el machismo imperante a la hora de emprender sus proyectos. Sin ellas, Bilbao no tendría ningún sentido.
Empezamos nuestra tournée por el Casco Viejo charlando con Nuria, la artífice de Enjabonadas (calle de la Torre, 15. Bilbao). Ayudada por Lan Ekintza, fue a pedir dinero para abrir su negocio a una caja de ahorros, pero se encontró con un hombre que la miró de arriba abajo y, sin abrir la carpeta en la que explicaba su proyecto, le espetó: ¿Quieres abrir una tienda de jabones al peso? Tú vives en los mundos de Yupi, eso no vende. “Pues llevo ya siete años”, afirma orgullosa Nuria, “pero estoy segura de que si llego a ser un tío por lo menos me escucha”. En los inicios, comprobó que, algunas veces, Bilbao sigue “en la prehistoria”. Muchos y muchas no llegaban a entender que una mujer fuera capaz de abrir un negocio ella sola. “Le pareció raro a todo el mundo, pero alquilé la lonja por mis dos ovarios, sin dinero, y me pasé allí día y noche haciendo arreglos”. Finalmente, una segunda caja de ahorros le concedió una ayuda y logró hacer realidad ‘Enjabonadas’. Después de siete años, afirma que le va “muy bien”, pero subraya que las más perjudicadas en época de crisis “siempre son las mujeres”. “Se está empobreciendo la población a una velocidad de la hostia, y las que más lo sufren son las mujeres”. Para hacerle frente a la situación, anima a todas las mujeres a formarse “en lo que les gusta” y abrir “lo que les apetezca”.
Despedimos a Nuria, y decidimos tomarnos algo en el mítico Bizitza (calle de la Torre, 1), un oasis en el que las mujeres (y los hombres) llevan más de veinte años sintiéndose libres. Allí nos recibe Natalia, que nos confirma que sobre intolerancia hacia las mujeres “hay anécdotas como para escribir un libro”. “Hemos llegado a sacar entre cuatro chicas a tíos de 1,90 de la pechera”, recuerda. Aún así, afirma que desde que abrieron el bar hasta hoy, “hay un recorrido muy positivo”. “A finales de los ochenta, las mujeres empiezan a hacer cosas que no habían hecho antes, como abrir negocios u ocupar la calle”, destaca. “Hoy en día, las parejas de chicas jóvenes, afortunadísimamente, cuentan con unas circunstancias más fáciles, porque detrás hay un trabajo”. Cree que forman parte de una generación de mujeres que pueden sentirse “orgullosas” por haber “labrado el camino”. De cara al 8 de marzo, Natalia asegura que “no se podría entender ninguna manera de salir de la situación terrible que estamos viviendo, sin ser feminista”. “El feminismo es el instrumento para luchar contra estas desigualdades”.
Apuramos la caña, y nos dirigimos a La Matilda, donde nos reciben Bego y Maite (en el número 2 de la calle Jardines). Recuerdan que levantar su pequeño imperio de decoración fue “muy divertido”, ya que pudieron tomarse su tiempo antes de subir la persiana. Tienen “mil y una anécdotas” de clientes y proveedores que se sorprendían de que dos mujeres “solas” pudieran ser capaces de gestionar un negocio. “Uno de nuestros proveedores nos preguntó: ¿Queréis montar un negocio o es la típica tienda para cuando el marido esté trabajando?”. “Dos mujeres relacionadas con el mundo de la decoración y los caprichos… se recurre al estereotipo fácil. Pero las dos somos potentes, no hemos dejado que ocurra nada desagradable”. La gran mayoría de sus clientes son mujeres (“y muchísimos gays, también”). Han tenido que aguantar a clientas que dan por sentado que encima de ellas hay un jefe coronando el organigrama de La Matilda. “Dan por hecho que estamos en tienda, y que hay un hombre jefe por encima”. Por ello, creen que la incorporación de la mujer en la gestión de empresas “tiene que ser uno de los objetivos” actuales. “Tenemos que aprender a ver a las mujeres en esos papeles”.
Cruzamos el puente de Bilborock y abrimos las puertas de ‘Sex D Lux’, el sex-shop que regenta Lola (c/ Lamana, 2). Lo abrió tras hacer un tupper sex con las amigas, durante una excedencia. “Vi que había mercado, y me decidí a poner la tienda”. En un año, su sueño se convirtió en realidad. No ha sufrido ningún percance por el hecho de ser mujer, aunque sí nota que “hay hombres que me ven a mí y se dan la vuelta”. Aún así, sostiene que son las chicas las que mandan dentro de un sex shop. “Se alegran de que haya una mujer, ellas vienen y son las que deciden. A ellos les vale todo, tienen más miedo ellos que nosotras”. Gracias a los libros sobre Grey, el negocio “ha pegado subidón, sobre todo entre las mujeres”. “Los que tienen que perder el miedo son los hombres para usar juguetes. La mujer es más abierta, pero a muchos hombres les tocas la virilidad…”. El público gay también se acerca mucho a la tienda de Lola, de hecho “la mitad de la tienda está especializada para ellos”. “El público gay tiene más claro lo que necesita, es a quien menos hay que explicar, viene, coge y se va”. Volviendo a las desigualdades entre hombres y mujeres, Lola asegura que “todavía queda mucho por hacer”. “Supongo que habremos avanzado, aquí estamos mejor que de Madrid hacia abajo, pero no creo que sea para presumir”.
Dejamos que Lola siga con su trabajo, y encontramos a Euge, de ‘El Almacén secreto’
(c/ Jardines 5), abriendo las cajas de un nuevo pedido. Abrió hace tres años con su marido una tienda de cómics y “regalos frikis”, un territorio tradicionalmente reservado a los hombres, aunque afirma que no ha sufrido la intolerancia de nadie. “Soy un poco visceral, en cuanto lo noto lo digo”. Lo que sí nota, es que mucha gente no le da una oportunidad a su negocio. Enfrente de El Almacén Secreto hay una tienda “super rosa”. “Muchas veces los chicos entran aquí, y las chicas a la rosa, eso me da una rabia…”. Reconoce que los chicos leen cómics de superhéroes, y ellas se decantan más por el manga. “Una chica que lea un cómic de superhéroes es una alegría”. A pocos días de celebrarse el Día de la Mujer Trabajadora, Euge cree que Bilbao tiene que reivindicar “lo de siempre”. “Hemos avanzado algo, pero en todos los trabajos, las primeras que se van a la calle somos las tías. Esta sociedad va de ‘bla, bla, bla, pero tampoco ha avanzado mucho”.
Son seis historias independientes, pero con mucho en común: van abriendo camino a las nuevas generaciones y son ejemplo de cómo afrontar baches tan arcaicos y retrógrados como la burla, el machismo y el desprecio. Ahora está en tu mano permitir que la lucha la lleven a cabo ellas solas o arrimar el hombro para allanar el camino. ¡Nos vemos el 8-M!