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La Cuesta de Enero

Queridas amigas, el otro día confundí la tarjeta de crédito con papel de fumar y me lié un porro. Esta visicitud, vicisitud, sicivitud, bueno como se diga, me ha hecho reflexionar.

La reflexión no fue inmediata, estaba demasiado colocada para ni siquiera poder deletrear “reflexión”. Me fumé una tarjeta de crédito, haceos cargo, hice mío el eslogan de MasterCard, tías. Creo que me estoy haciendo la picha un lío con el hilo del tampax. Es lo que tiene fumar en ayunas, si lo se no vomito. Puta bulimia.

Retomo. Poco después de que nos atragantemos con las uvas, los del banco van a cobrarnos todo aquello que hemos pagado con la tarjeta de crédito. Todo. Sí, todo aquello que no podíamos permitirnos y nos compramos. Es probable que este enero cumplamos por fin uno de nuestros propósitos de año nuevo, ponernos a dieta; pero no por fuerza de voluntad maricones, nos vamos a poner a dieta por cojones, que la nevera va a estar más vacía que el cráneo de Marilo Montero, caris, eso, si no nos la embargan.

Y es que pasamos de que la emoción nos embargue durante la Navidad, a que sean los bancos los encargados de embargarnos el resto.  Así que teniendo en cuenta nuestra natural inclinación al despilfarro extremo me veo en la obligación de procurar que en febrero no seáis como la radiografía de un silbido, nenas.

La cuesta de enero puede ser considerada el enésimo “ochomil”. Igual que durante la subida al K2 o al Anapurna, a mitad de enero nos quedamos congelados y sin oxígeno.

cuesta

He aquí unas pequeñas recomendaciones para que la cuesta de enero se os allane:

1. Elabora una lista con todos los gastos que sabes que vas a tener durante el mes de enero. Te ayudará a identificar cuáles son aquéllos que puedes evitar. Por ejemplo, puedes prescindir de pilates, los masajes drenantes y los chaperos; pero difícilmente podrás prescindir de comer, beber, y desplazarte hasta tu lugar de trabajo. Si te duele la espalda, más ibuprofeno y menos querer parecerte a Madonna, mona.

2. Si eres de los que te bebes hasta el agua de los floreros, cambia el confort de la coctelería de moda por un descampado y pásate al botellón; pasarás el invierno moqueando y con el culo sucio, pero te ahorrarás unas perras. Si ya eres de las que pasas frío debajo de un puente bebiendo a morro de botellas de plástico, bebe haciendo el pino, cari.

Te recomendaría que dejaras el alcohol; pero éstas son recomendaciones realistas, la ciencia ficción se la dejamos al pequeño Nicolás.

3. Gastar menos no significa encerrarse en casa sin hacer nada. ¡Haz actividades económicas! Haz crucigramas, punto de cruz, solitarios, las ingles brasileñas a mordiscos… Y si quieres estar con los amigos, móntatelo en casa y que cada uno traiga algo para comer; saldrá mucho más económico que practicar sexo en grupo en saunas o cuartos oscuros. ¡El ocio no tiene por qué acabar! Folla con criterio.

4. Regálale a tu madre una colección completa de tapers, te aseguro que será una inversión de cojones, ella te los devolverá llenos de comida.

5. Tendrás que renunciar al gasto en chapa y pintura; pero no a estar mona. Esas tardes de masajes capilares, mechas, amoniaco por un tubo y cardados imposibles te salían por un pico. Ahora siempre puedes quedar con tu amiga y despiojaros la una a la otra; el amoniaco puedes cambiarlo por agua oxigenada y ante la imposibilidad de cardarte el moño en condiciones di que te has vuelto grunge o perroflauta. Pídele prestadas un par de camisas de franela a tu amiga bollera y completa el outfit.

6. Intenta reducir algunas facturas como la del teléfono, agua, luz.

A lo largo de miles de años de evolución los mariquitas hemos desarrollado gracias a los cuartos oscuros un talento que nos ayudará en gran medida a la hora de reducir nuestra factura de la luz: la capacidad de ver en la oscuridad. Así que apaga la luz, maricón.
En cuanto a la calefacción, ¿acaso existe mejor calor que el humano? Pues ponte las pilas, descarga el grindr y déjate dar… Calor.

7. Desplázate andando o en bici en lugar de coger el coche o el transporte público. Adelgazarás todos los carbohidratos que te jalaste en Navidad y si te dejas barba te confundirán con un hipster, algo que te aportará un status y un ahorro en tiempo y en cuchillas.

8. Y, si tienes que comer fuera de casa, llévate el táper en vez de comer de restaurante. Y si no te queda más remedio que ir de restaurantes el método de la cucaracha en la sopa o del ataque epiléptico a los postres te serán de gran utilidad.

9. Deja la tarjeta de crédito en casa. Véngate de esa que te ha llevado a la ruina económica, úsala de posavasos y por nada del mundo la saques de paseo.

En enero siempre sube el café con leche. Esto es un hecho tan irrefutable como la imposibilidad de compartir buffet libre con Mariah Carey y repetir postre. Yo suelo ir a Starbucks el día 31 de diciembre y pedirme dos docenas de cafelatte y luego me los voy tomando a lo largo del mes.

Y en cuanto a la alimentación, tú que siempre has tenido más morro fino que Beyonce caderas, vas a tener que hacer un gran sacrificio, tía. Cambia la ternera por polla, perdón, pollo; el mero por panga y las boletus por champiñones de lata. Cambia el aceite de oliva de primera presión por aceite de girasol; los cupcakes por magdalenas y la vichysuisse por sopa de sobre.

Si tía, es deprimente, pero ajo y agua. No haberte comprado ese carísimo robot de cocina tan cuqui que acumula polvo en lo alto del armario de la cocina. O esa bicicleta estática que hace las veces de perchero en tu habitación y cuyos pedales han dado menos vueltas que la comida en el estomago de una bulímica. O todos esos gintonics que te tomaste, que si los pusiéramos uno detrás de otro la A8 estaría patrocinada por Schweppes, que no tienes hígado, lo tuyo es una refinería, lo mismo que tu bolsillo, que es un jodido pozo sin fondo, maricón.

Y hasta aquí, un mes más, mis sabios consejos. No me lo agradezcáis, hacedme una transferencia.

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