Japón
Hola, futuro viajero a Japón. En este número de BLUE vamos a intentar darte un complemento a tu guía –indispensable- al país del sol naciente y las máquinas dispensadoras para que aparte de disfrutar de cosas como los templos de Kyoto, Nara y Nikko y los rascacielos y frikismo de Tokio y Osaka, puedas asomarte un poco a la vida LGTB del país.
Primero, decirte que es totalmente recomendable emplear unos cuantos días (a lo mejor un 40% de nuestra estancia) a visitar el Japón tradicional. Descubrir cómo el Shinto –su religión local- y el Budismo conviven armoniosamente codo con codo visitando bellísimos templos, comer en bares de ramen y sushi junto a la gente local, visitar los castillos de Osaka y Nagoya como mínimo para aprender un poco de su historia, ir a ver algún museo con patrimonio para flipar con la delicadeza y precisión de sus obras de arte, suspirar mirando el sagrado monte Fuji, ir a un Onsen (baños calientes)… Hay muchas cosas increíbles, así que deja de lado la vida moderna por un rato, que merece la pena.
Por otra parte, en Tokio hay visitas obligatorias como el nuevo TokyoSkyTree o el Tokyo Tower (copia de la torre Eiffel, pero 13 metros más alta) para disfrutar de increíbles vistas, o emblemáticos barrios como el antiguo Asakusa, la meca de lo otaku Akihabara, los modernos Shibuya, Harajuku o Roppongi… Sin olvidarnos de hacer el esfuercito de pegarnos un madrugón para desayunar en el mercado central de pescado Tsuki-ji donde podremos probar el mejor sushi del mundo a un precio muy razonable.
Es un viaje que podría durar meses, pero no solemos disponer de tanto tiempo, así que te recomendamos que elijas bien tus intereses y te hagas un menú variadito para volverte con suficientes experiencias nuevas, y probablemente ganas de volver una segunda vez.
Como te he dicho, hazte con una buena guía, pues la oferta es inabarcable. Nuestro objetivo aquí es llevarte de la manita por uno de los aspectos menos conocidos de Japón: su ambiente LGTB, que haberlo, haylo.
Decirte que Japón es un país de ambiente sería mentir. Es difícil que el viajero vea muestras de presencia de vida para gays y lesbianas en su visita a no ser que vaya bien asesorado. Afortunadamente para ti, querido lector, estás a punto de leer este artículo y convertirte en un experto en la materia.
Japón es un país en el que, sobre la superficie, no parece que exista nada relacionado con la homosexualidad. Pero esto no es debido a un rechazo social hacia la misma: el visitante nunca se sentirá ni juzgado ni maltratado por sus tendencias sexuales, ya que el pueblo japonés es de los más respetuosos y discretos del mundo, por no decir que van totalmente a su bola y los occidentales les damos igual.
El caso es un poquito complicado de explicar. En Japón en general no están nada acostumbrados al contacto físico ni a las muestras de afecto públicas, así que ya simplemente por eso es prácticamente imposible ver a una pareja de chicos o de chicas andando de la mano en la calle. La homosexualidad para ellos no es que sea mala, es que es una cosa íntima, y como tal, no visible. Pero por ejemplo, existe un género de manga muy exitoso que describe historias amorosas entre chicos, y que es ávidamente consumido –atención- por colegialas.
Aquí hay un tema a destacar: si uno se sumerge en zonas como Akihabara en Tokio o Den-den Town en Osaka y visita unos cuantos centros comerciales frikis, se dará cuenta que todo el interés por el sexo que permanece oculto en su día a día encuentra su lugar en el mundo del manga: se venden almohadas con forma de hombre o mujer para dormir acurrucado, y las figuras de coleccionismo tanto de personajes manga masculinos como femeninos están dotadas – muy bien dotadas- de una carga erótica considerable. Además de pisos y pisos de DVDs picarones, de todos los tipos posibles.
Así pues, no se trata de que la homosexualidad esté mal vista, si no que es algo que pertenece totalmente a la esfera privada. Lo malo es que esto ha llevado a que la mayoría de gays del país estén casados y con hijos: lo que pasaba en Europa hace cuarenta años, vaya. Para explicar este “retraso” se mezclan temas como el empeño de los nipones por honrar a tus antepasados, tan importante en su cultura, y el hecho de tener descendencia de su misma estirpe.
El ojo occidental no sirve para explicar los devenires de la sociedad japonesa y tendríamos que escribir varias tesis para lograr entender el por qué de ciertas cosas. Así que en nuestro viaje lo mejor es abrir la mente, y ser como ellos: no juzgar. Mirar, ver y callar.
Dicho esto, contamos con dos zonas en las que podemos infiltrarnos dentro de la relativamente poca vida abiertamente gay del país y flipar un rato. No es que haya falta de oferta, es que puede sorprender que en la megalópolis más grande del mundo se puedan contar las calles de ambiente con los dedos de la mano.
Primero, ten claro que los gays japoneses prefieren los bares de copas a las discotecas: será porque es uno de los pocos sitios donde pueden charlar y conocer sin tapujos a personas de su mismo sexo, pero el caso es que éste es el rollito que se lleva en el ambiente ¡Ojo! Los gays japoneses flipan con los occidentales, así que si te mola el rollo asiático puedes ponerte las botas.
Tokio
Aunque hay bares gays desperdigados por la inmensidad de la megalópolis, la zona gay propiamente dicha está cerca de la enorme estación de Shinjuku. A unos 10-15 minutos caminando, llegamos al Shinjuku Ni-Chome, un compendio de callejones discretos colindantes con una de las zonas comerciales y empresariales más emblemáticas y concurridas de la ciudad.
De noche los bares de esta pequeña zona se ponen a tope y convierten Ni-Chome en un barrio con mucho ambiente que merece la pena visitar. Son locales orientados principalmente a gente local, pero tú deja de lado la timidez y entra en los bares a ver qué se cuece, que al final un mariconeo es igual aquí y en Marte.
¿Igual te apetece un rollo gay pero menos petardo? En ese caso, y para los mayores de 30 que no quieran ver a niñatas con mechas, los bares de Shinbashi serían una buena idea.
Si por el contrario lo que quieres es ir a la mayor fiesta gay de Tokio, que para eso has llegado hasta aquí, haz que tu viaje coincida con la fiestas Shangri-la o Black. Se celebran cada dos meses, más o menos, en la enorme discoteca Ageha (ojo, el resto de noches es ‘hetero’), que es una pasada de sitio: 5 pistas de baile con djs de renombre y cuarto oscuro incluido. Está en el Koto Ward, que de por sí es una zona surrealista y galáctica que incluye un Disneyland y todo, muy digno de ver. Se accede por un monorail que atraviesa un puente llamado Rainbow Bridge y es lo más parecido a estar dentro de BladeRunner que te puedes plantear en esta vida.
Luego ya si te quieres meter en la vida gay cotidiana, en Shinyuku tienes clubs de sexo, saunas, gyms, etc. Además, sólo el hecho de pasear por barrios ultramodernos como Shibuya o Harajuku es mucho más gay-moderno-fashion que el Soho de Londres, el Maré de París y el barrio de Chueca juntos. Así que, si lo que te interesa es mirar y descubrir tendencias, dedícate a ir de tiendas y verás cómo flipas. Un secretillo: el barrio de Shimokitazawa, al que se accede por una línea especial de metro desde Shibuya, es un tesoro de vida retro-vintage donde puedes encontrar trapitos que te harán ser más moderna que Paco Clavel y Lady Gaga haciéndose un topless selfie en patinete.
Osaka
Se podría decir que Osaka es la hermana pequeña más macarra y un poco choni de Tokio: los chicos se arreglan más (niveles de horterísmo muy por las nubes) y los locales son más turbios, más neón, más decadentes… ¡más interesantes! Si te asusta un poco esto, opta por el distrito de Doyama que es donde el rollo gay está más pensado para el visitante. Está al lado de Umeda, que es el centro de la ciudad, y cuenta con un elevadísimo número de bares de ambiente.
Y si quieres meterte de lleno en el componente que hace de Osaka una ciudad especial, te recomendamos que te acerques al alucinante barrio de Shin-Sekai. Literalmente “nuevo mundo”, es una especie de zona comercial de tiendas y bares que fue construida en los 70 con la intención de ser la cosa más moderna del mundo y se ha quedado tal cual, congelada en el tiempo.
A saber, una enorme torre de cemento armado recubierta de neones presidiendo en una plaza central rodeada por teatros cutres, bares de pintxos -ésta es de hecho la mejor zona para probar el pintxo japonés que es un maravilloso festival de la fritanga-, cines x, tiendas de souvenirs, travestis paseando por ahí y bares sin ventana ni puerta abierta, de estos que parece que está la calle muerta pero tocas el timbre y te despeina la bocanada de pop trasnochado y brillantina que sale disparada hacia tu corazón kitsch.
¿A que te han entrado ganas de cogerte avión y viajar al país nipón? No te lo pienses, Japón da para mucho, y en futuros números de BLUE te contaremos qué puedes hacer, además de sumergirte en el ambiente LGBT. ¡Sayonara, baby!