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Fetichismo sexual

Nos las hemos visto y deseado para conseguir cinco testimonios que ilustren como se merece el portadón de este mes. Teníamos claro que iba a ser difícil convencer a cinco personas para que nos desvelaran la cara más oculta de su sexualidad. El fetichimo, la adoración y excitación a través de objetos, ropas, situaciones ficticias, partes concretas del cuerpo, sigue siendo una práctica “rara” a ojos de la mayoría de la población. Pero, querido/a lector/a, ¿no has tenido nunca una fantasía sexual? ¿No te das cuenta de que hay objetos, zonas del cuerpo o escenas que te excitan de sobremanera? ¿Y no es cierto que las reprimes, por el miedo a convertirte en un “bicho raro”? Pues para eso estamos los chicos y chicas de BLUE, para restarle importancia a todo lo que se salga de lo común, y para animarte a dar rienda suelta a la pasión. Para ello, hemos pedido a nuestros cinco ‘viciosillos’ que rememoren el día en el que descubrieron su pasión oculta y cómo fue su “primera vez” con el fetiche de fondo. El resultado, no apto para mojigatos/as…

Endika, 27 años (Bilbao). Fetiche: Sudor
‘Me dijo que no me duchara, y que fuera lo más sudado posible’
“Pues lo mío con el fetichismo fue algo inesperado, aunque es verdad que soy muy morboso: no me conformo con un polvo de sota-caballo-rey, siempre he tenido tendencia a lo oscuro, lo prohibido… Pero en esta historia, el fetichista no soy yo, sino un chico que había conocido por el Grindr pocos días antes. Yo estaba corriendo por el Campo Volantín, lo hago casi a diario, y este chico me mandó un mensaje para quedar. No nos habíamos visto nunca en persona, y la respondí que estaba haciendo deporte, que me duchaba e iba para allí. Mi sorpresa fue que me rogó que no me duchara, y me dijo que fuera tal y como estaba, “lo más sudado posible”, me insistió. A mí al principio me sonó raro, pero al llegar a su casa comprendí que mi olor corporal le excitaba más que mi propio cuerpo. Su lengua pasaba una y otra vez por mis sobacos, la ingle, el cuello… ¡El olfato era más importante que el tacto en aquel polvo! Los primeros minutos fui un poco reticente, me notaba tenso, pero decidí dejarme llevar, tampoco tenía otra… Hoy en día te digo que al tío en cuestión al altar no me lo llevaría, pero cada vez que salgo a hacer deporte le mando un mensaje… ¡Es infalible, polvo asegurado!”

Edgar, 36 años (Getxo). Fetiche: ‘Zapas’
‘Me excita más eyacular en una ‘zapa’ que hacer una felación’
Recuerdo vagamente la primera vez que me masturbé usando una ‘zapa’. Al novio de mi hermana le robaba las bambas cada vez que se metían el cuarto para… ya sabes qué. Yo no tendría más de 14 años, pero a mí me ponía como una moto usar sus playeras para pasar un buen rato… ¡Ja, ja, ja! Luego recuerdo una época bastante larga en la que no pude dar rienda a mi pasión. Internet todavía no estaba tan “on fire” como hoy en día, y mis ligues de una noche no entendían para nada lo que yo les pedía. Y si me echaba algún rollo largo, o un casi-novio, y lo planteaba, me miraban como si estuviera loco. Ahora no tengo pareja, pero he encontrado mucha otra gente a la que le gusta lo mismo que a mí. Más que una masturbación, a mí me excita una buena ‘zapa’ ¿Qué si me siento un bicho raro? Pues la verdad es que no…

Silvia, 34 años (Bilbao). Cuero
‘El cuero y la fusta me han devuelto el placer’
¿Qué cómo me di cuenta de lo mío con el cuero? Pues supongo que, como le pasa a mucha gente, porque mi vida sexual era aburridísima y había que darle un meneo. Llevaba cuatro años con mi pareja, y lo de la cama era más aburrido que desayunar o ver un documental de La2.  No me apetecía nunca, siempre era lo mismo, me costaba ponerme cachonda, y empecé a preocuparme. Fui desesperada a donde una amiga que tiene un sex-shop precioso en el Casco Viejo, y me dijo que eso le pasa al 80% de las parejas, y que la solución estaba en descubrir dónde tenemos cada una el punto del morbo. Que si esposas, que si olores, que si uniformes… Hasta que llegó el tema cuero y, ¡sobre todo, la fusta y las máscaras! La primera vez fue rara, no me concentraba bien, no me permitía a mí misma disfrutar de aquello. La sociedad nos mira como a bichos raros, sólo porque tenemos fantasías, ya sea con cuero o con esposas o con lo que sea… Y al final, eso es difícil de borrártelo de la mente. Lo importante es saber lo que realmente te pone y llevarlo a la práctica, no tener vergüenza de verbalizarlo. Hacerlo y disfrutarlo. A mí, por lo menos, el cuero, la sumisión y los azotes me han devuelto el placer. La vida son dos días, ¡qué ostias!

Borja, 48 años (Sestao). Uniformes
“En Internet comprobé que, igual estoy loco, pero no solo”
Oye, pero esto será anónimo de verdad, ¿no? Que como se enteren en el curro… Poca gente sabe que estuve en la cárcel, por una tontería, pero estuve. Entré con 35 años, hetero y un poco aburrido de mi sexualidad, la verdad. Eso sí lo notaba, pero no sabía muy bien qué es lo que me pasaba… Hasta que conocí a la persona que me puso en el camino correcto. Dentro de la cárcel, me hice muy amigo de un funcionario de prisiones que, poco a poco, se me fue metiendo en la cabeza. Nunca me habían gustado los tíos, pero este no me lo podía quitar de mis pensamientos más calientes… Hasta que, un día, me vino a ver a la celda, pero vestido de calle. Ahí es cuando me di cuenta de que, lo que me ponía a cien, era el uniforme, y no el tío en sí. Aún así, ¡me lo tiré, e! (risas). Fue mi primera experiencia homosexual, pero ni fu ni fá, aunque me sirvió para ponerme manos a la obra. Cuando salí de la cárcel, lo primero que hice fue investigar mi “paranoia” con los uniformes, y en Internet comprobé que, si estoy loco, no estoy solo… Ahora disfruto a tope de mi sexualidad, pero siempre con “víctimas” vestidas de policía, militar, bombero o cualquier profesión de chico duro con autoridad… Y yo, siempre obediente… ¡Jajaja!

Eva, 38 años (Amorebieta). Androginia
“Me pone muchísimo ver a mi novia con una falda de tablas y un bigote”
Estaba hecha un lío. Yo siempre había salido con tíos, supongo que empujada por la presión social, hasta que me enamoré de la que hoy en día es mi novia. Estaba encantada con mi nueva situación, y en la cama nos iba bien, aunque las dos nos dábamos cuenta de que nos faltaba algo. Me llegué a rallar bastante, pensaba que en la cama mi chica no me excitaba, pero nunca se lo comenté. Hasta que llegó el carnaval, y la liamos petarda. Mi chica eligió vestirse del movimiento ‘queer’, mezclando elementos femeninos como una faldita de tablas con una barba tupida. Durante toda la juerga no pude quitarle ojo, la seguía al baño para besarla sin parar. Me ponía muchísimo esa mezcla, y, al llegar a casa, el polvo fue antológico. Un par de días después le confesé lo que me pasaba: me excitaba mucho que incluyéramos elementos masculinos, sobre todo un bigote o una super-barba, para mantener relaciones sexuales. Se descojonó de mí, pero me dijo que “por complacerme lo que hiciera falta”. Si antes estaba contenta, imagínate ahora. Eso sí, cuando vienen mis padres de visitas, escondemos bien nuestros “peludos” juguetes… ¡Jajajaja!

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