Decoración Navideña
Ya está aquí la Navidad, exclamó una marica el otro día, era agosto y yo lejos de acojonarme, amilanarme o hacerme el ‘harakiri me alegré ante la posibilidad de escribir sobre el apasionante mundo de la decoración navideña, tías.
Sí, amigas, la Navidad y la decoración navideña son como el Universo, se expanden interminablemente, vamos que tienden a infinito, como yo tiendo la ropa y Mariló tiende a tonta.
No os riáis queridas amigas, la decoración navideña no es un tema baladí, de hecho entre las 1001 formas más habituales de morir que tienen los mariquitas, está la electrocución con luces navideñas, la muerte por desplome de arbolito y la asfixia por atragantamiento con bolita de navidad, no se si por vía tópica o distópica, pero ahí queda.
Pero no seamos alarmistas, tías, que en peores nos hemos visto.
Existen fundamentalmente tres tipos de mariquitas en base a la decoración navideña, amigas, la que monta un belén, la que planta un pino y la que sufre un diógenes latente que mantiene a raya durante todo el año y usa la navidad como excusa para darse un atracón, la “ijadelagranputa”.
Así que más allá de vivir atemorizados ante la posibilidad de morir de un ataque de empalague, vamos a aprovechar estas fechas para reconocer a nuestras enemigas, amigas, y al mismo tiempo hacer unas recomendaciones a estas psicopatas en potencia a las que tanto les gusta amagarnos la vida con la excusa de las fiestas, que a veces llega el 31 de diciembre y uno no sabe si es el final del año, o el final de los tiempos.
LA QUE MONTA EL BELÉN
Todo en la vida depende de la intensidad. Y alguna de vosotras, maricones, sois muy intensas. Está bien eso de montar un Belén, con sus figuritas, su musgo artificial y su riachuelo de papel de plata, amigas; pero es que hay belenes que empiezan con el nacimiento en el salón y terminan con los Reyes magos en la cocina. Mesura, nenas, que una va de visita y no sabe si está en tu puta casa o en el museo de cera.
Además de la mesura es importante también ser fiel a la tradición. Sí, me refiero a ti maricón, y tu afición a realizar el belén con la Barbie y el Ken. Está bien ser transgresora, amiga; pero que la Barbie lleve un vestido de lentejuelas y Ken vaya con camisa hawaiana me parece del todo inapropiado, por no hablar de que en vez de la mula y el buey, pongas un rebaño de pequeños ponys. Cualquier día os visita un talibán y termináis con un piquete de miembros numerarios del Opus Dei en el portal de casa.
Contención, amigas, por favor.
LA QUE PLANTA UN PINO
Amiga, si eres de las que prefiere poner el árbol, ten cuidado con la altura y densidad del mismo. Algunas sólo sois conscientes de las dimensiones de la caja de zapatos donde vivís, cuando organizáis una orgía y termináis con dos chulos follando entre el descansillo y el ascensor. A veces es mejor plantarle un poco de espumillón al ficus, que no tener que dormir debajo de un abeto de tonelada y media con sus piñas, sus ardillas y el leñador.
Y si a pesar de mis recomendaciones aun persistís en plantar un enorme pino en medio de vuestra sala de estar, procurad controlar el peso que le ponéis encima, amigas, que algunas no tenéis medida y entre las bolitas, el espumillón multicolor y la estrella de kilo y medio coronando todo el desaguisado, los cimientos de la casa de protección oficial que habitáis terminan cediendo, y en vez del espíritu navideño, termináis sufriendo el cabreo vecinal.
Y por último están las luces. Sí amigas, si no tienen suficiente con el arbolito de los cojones sepultado bajo una tonelada de adornos acrílicos, van y le cuelgan una interminable ristra de lucecitas estroboscópicas que luego enchufan. Así que si no mueren sepultados bajo un árbol, ni por derrumbe del inmueble, lo más probable es que terminen chamuscadas ellas y asfixiados por el humo el resto de la vecindad.
Contención, amigas, no me cansaré de repetíroslo, contención.
LA DIOGENES ENCUBIERTA
Si llegados a este punto creíais que lo habíais visto todo, va y llega la marica con el Diógenes latente que espera a diciembre para dar vía libre a su pasión. Ésta no es una mariquita que entienda ni de mesura, ni de contención, ni mucho menos de sentido común, y nada más llegar diciembre se transforma y convierte su casa en un bosque de pinaceas con sobredosis de espumillón. Y allí donde le queda un hueco planta un nacimiento de tamaño natural.
Y si con eso no fuera suficiente rellena el resto con todas las luces que le faltan y pone villancicos a todo trapo e ininterrumpidamente durante todo el puto día. Vas a su casa y parece que te encontraras en un puto after en medio del monte Gorbea y cuando suena “El camino que lleva a Bélen” de la mano de Raphael por enésima vez, sólo puedes pensar en como saltarte el camino y mandarlo hasta el mismísimo Belén de una hostia bien dada.
Lo peor de todo es que mientras a ti te embarga la mala hostia, ella entra en trance poseída por el espíritu navideño y se le pone esa cara de felicidad infinita que se nos pone a todas cuando estamos borrachas y se pasa todo el puto día de buen rollo y besándote y abrazándote y dándole a la zambomba que uno ya no sabe si está en casa de su amiga la loca o en la sauna un domingo por la tarde.
Si tenéis una amiga de estas características, evitad visitadla por estas fechas. La descubriréis cuando os acerquéis a su casa y veáis 12 papa noeles, 3 olentzeros y 32 reyes magos escalando la fachada. También es probable que las luces estroboscópicas que haya colgado de la ventana, hayan provocado más de un ataque epiléptico a algún niño.
Huid. No miréis atrás. Encerraos en casa y esperad a febrero, amigas.