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Condenan a cinco vigilantes de tren en Barcelona por acoso laboral a un compañero gay

Un juzgado de Barcelona ha condenado a un año y medio de prisión a cinco vigilantes de seguridad que vejaron y discriminaron a un compañero de trabajo por su orientación sexual. La sentencia les condena a 18 meses de cárcel por un delito contra la integridad moral, con agravante de discriminación por orientación sexual, además de a abonar 44.275 euros en indemnizaciones a la víctima por el daño causado.

Según cree probado el juzgado, desde que en enero de 2002 entró a trabajar como vigilante de seguridad en la estación de Renfe de Sants, la víctima fue sometida a «constantes vejaciones consistentes en insultos, mofas y actos de ridiculización» por motivo de su orientación sexual, lo que acabó derivando en una situación de acoso laboral, en la que se le encargaban las tareas más penosas y se le intentaba perjudicar personalmente.

«Rata de alcantarilla», «en Sitges solo hay mariconas y deberían esta colgadas del cuello«, «yo pego con porra y (el denunciante) con el bolso» o «los maricones no pueden ser vigilantes» son algunos de los comentarios vejatorios que dirigían los condenados a la víctima.

Además, el grupo de trabajo al que pertenecía el vigilante homosexual era conocido como los «sin aceite», mientras que sus acosadores formaban parte de otro que se autodenominaba «los cabeza rapada o sin sangres», un apelativo que según la sentencia obedecía a su «ideología o manera de trabajar».

La jueza considera probado que esas vejaciones y comentarios homófobos le causaron «sentimientos de terror, angustia e inferioridad por lo que se sintió humillado y envilecido», y el escrito recuerda que los superiores de la empresa no tomaron medidas cuando se les alertó de la situación.

Pero la situación de acoso laboral no se quedaba ahí, ya que el denunciante fue destinado por su jefe de equipo a servicios de «castigo», como trabajar al descubierto bajo la lluvia o en las denominadas «estaciones muertas», sin apenas pasajeros. También, en otras ocasiones, el jefe de equipo no recogía el arma reglamentaria del vigilante al finalizar su servicio para provocar que perdiera el último tren de regreso a su casa de Sitges (Barcelona), una situación de «persecución laboral» que según el juez se prolongó hasta junio de 2003.

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