Asier Bilbao
De entrada, choca quedar con Asier Bilbao y que no te reciba con algún chiste picarón o una carcajada de altísimos decibelios. El artista y la persona son independientes, y lo reivindica desde el momento en el que se enciende el piloto rojo de la grabadora. Hace veintidós años tuvo que sacrificar su verdadera vocación, la de estar detrás de la barra, tras descubrir que encandilaba al público cada vez que se subía a unas tablas. Hoy, Asier Bilbao es el gran showman del botxo, y esta Aste Nagusia revalidará título a golpe de tacón y grandes dosis de talento y humor, con un nuevo espectáculo que hará las delicias de unos fans que él dice no tener. En eso no estamos de acuerdo, Asier, no lo estamos.
BLUE.- ¿Cómo te gustaría que te presente?
ASIER BILBAO.- Yo siempre he sido lo mismo, y sin aspiraciones a más: un showman bilbaíno.
B.- El nombre de Bilbao, siempre en la boca… ¿Nunca has pensado en marcharte fuera?
A.B.- Nunca, porque entiendo que, si mi pasado y mi presente están aquí, intentaré que mi futuro también lo esté. Además, yo creo que somos poco dados a movernos cuando estamos bien. Yo en Bilbao estoy bien, al final eres un poco profeta en tu tierra, y yo estoy agradecidísimo a mi público, faltaría más.
B.- Asier Bilbao separa muy claramente su personaje y su vida personal…
A.B.- Mi vida personal no tiene nada que ver con el personaje. Distingo absolutamente lo que es el circo del show con el circo de mi vida personal. La gente que no me conoce suele quedarse bastante asombrada con ese cambio. En realidad solamente es una máscara.
B.- ¿Cómo fue tu bautismo en el show-business?
A.B.- Empecé en el año 92, y muy a mi pesar. El ‘Key’ (local imprescindible en la noche bilbaína) lo abrí ese año con el fin de que fuese otra gente la que trabajara, y yo estuviera en la barra, donde yo soy absolutamente feliz. Me gusta estar de cara al público, y no enfrentado al público, que es lo que me ha tocado después. Y por circunstancias de la vida intuí que igual podía hacer yo varias cosas a la vez. Los primeros pinitos fueron eso, primeros pinitos. Pero estás en tu casa desde el principio. Eres tú el que te organizas a ti mismo y al público. A veces es el público el que organiza al artista, pero en mi caso eso no ha sido nunca así.
B.- Cuando decidiste reabrir el Key, el bar ya existía…
A.B.- Llevaba cerrado dos años y había estado abierto durante 14 con un grande de la escena bilbaína: Serafín. Por cierto, muy poco reconocido en Bilbao, con lo grandísimo que ha sido. Con el millón de pesetas que tenía, se abrió el Key. Mi sorpresa mayúscula fue cuando vi que aquello resultaba y que aquello era la hostia. Al principio confiaba en el local, pero no en mis posibilidades, pero después se unió todo… y hasta hoy.
B.- Echas la vista atrás, y…
A.B.- Y creo que soy afortunado por poder haber sido mi propio jefe durante 22 años. Si mañana, por lo que fuere, tuviera que cerrar estaría absolutamente orgulloso de haber concluido con éxito toda una etapa de mi vida.
B.- Allí donde Asier Bilbao actúa, se llena hasta la bandera…
A.B.- A mí hay muy pocas cosas que me hayan puesto en mi sitio, pero una de ellas es que yo nunca he estado en ninguna nube. No creo en el éxito rotundo y contundente y tampoco creo en el reconocimiento sin dinero. A mí que me reconozcan me parece fantástico: adoro a la gente y estoy enamorado de Bilbao, pero yo quiero reconocimiento con dinero, porque es a lo que me dedico. Y si a lo que me dedico es el espectáculo, a mí no me sirve de nada que la gente venga a verme. Quiero que vengan a verme con un reconocimiento y ese reconocimiento me tiene que dar de comer. Es como el Facebook: darle me gusta no cuesta nada, pero si costara un euro, a mucha gente no le gustaría nada. No soy exactamente materialista, pero yo vivo de mi trabajo, como tú. Hay mucha gente que prefiere el reconocimiento, quizás porque son un poco intrusos dentro de esta profesión. Les gusta que les reconozcan por la calle aunque luego no vean un euro por su trabajo.
B.- Estoy de acuerdo, pero insisto, el público responde fielmente en tus espectáculos…
A.B.- No soy yo solo, yo pongo el nombre al show, pero viene mucha gente conmigo, y luego hay algo que cuido mucho: no me importa que me paguen mucho, si no me cuidan nada. Si me van a subir a un cajón para amasar pan, me van a poner la luz de una cocina y el micrófono es una trompetilla, directamente no voy, me da igual lo que me paguen, entre comillas.
B.- Dime una noche de trabajo que no vayas a olvidar nunca.
A.B.- A mí no se me va a olvidar en la vida el día que di el pregón en mi pueblo, en Bedia. Y también estaré siempre muy agradecido a Jon Sánchez (fue concejal de Cultura y Fiestas en Bilbao), que me dio la primera oportunidad de aparecer en el cartel oficial de Aste Nagusia en el 2003.
B.- ¿Es caro contratar a Asier Bilbao?
A.B.- No te lo dicen, pero pierdo muchísimos bolos porque hay muchas cosas que no hago. Y no las hago porque tengo el privilegio de tener el bar, y mientras funcione puedo elegir a dónde voy y a donde no.
B.- ¿Qué es lo más horrible que te han ofrecido hacer?
Lo peor que me han propuesto hacer fue hace no mucho en un pueblo muy importante cuyo nombre no voy a dar. Me pagaban mi caché, pero no lo hice. Era salir encima de una carroza agarrado a una barra de estas de striptease, pero sin ningún tipo de megafonía ni nada. Como quien lleva el gargantúa por unas fiestas. De esas cosas no hago, pero quien quiera subirse a una caja de frutas, pues perfecto.
B.- Y once años después, ¿qué nos va a ofrecer Asier Bilbao en las fiestas de este año?
A.B.- Un no parar de sorprender. Algunos se reirán, otros no tanto, algunos se sorprenderán y otros no tanto. Pero seguro que indiferente no le será a nadie. Estaré el martes de Aste Nagusia en la Pérgola, el miércoles en Gogorregi y el jueves, viernes y sábado en mi bar. Y, durante el día, en Telebilbao, claro.
B.- ¿Y cómo lo haces para llegar a todo?
A.B.- Pues no saliendo por la noche, no me gusta nada. No vivo la noche hace muchos años. Sin exagerar, puede que haga 15 años que no salgo un sábado por la noche. Yo no tengo vicios ocultos, ni bebo alcohol ni utilizo ningún estupefaciente para estar contento, entonces a las 4 de la mañana mi cuerpo, de manera natural, me dice que estoy ‘matau’, que se quiere ir a casa. Al no salir, pierdo la noción de cómo están las cosas por la noche en Bilbao. He perdido ese contacto real, y lo mido todo en función de cómo me va a mí.
B.- Tu papel de contertulio, ¿te ha ocasionado algún problema después, en la calle? Porque tú no eres de los que se muerde la lengua…
A.B.- En el tiempo que llevo allí haciendo cosas con Joseba nunca he dicho nada lo suficientemente en contra de mi mismo que luego me haya hecho recular. Yo he dicho lo que quería decir y se me ha dado la libertad de hacerlo. Supongo que siempre no se me ha entendido, pero como yo tampoco cuando veo la televisión. También hay cosas que no entiendo.
B.- ¿Qué nota le das a Bilbao en cuanto a normalización de la comunidad LGBT?
A.B.- Yo creo que Bilbao ha sido una ciudad revolucionaria con respecto a esto: ya en los 80 era una ciudad punta del norte. Nadie olvidará aquel Distrito 9, donde entraba y salía lo que no entraba ni salía de ningún sitio de Madrid o Barcelona. Creo que en Bilbao las cosas se ven con suficiente naturalidad hace muchos años como para etiquetar nada de nada, ni hacerla gay friendly ni no gay friendly. Los bilbaínos hemos visto muchas cosas, sin necesidad de etiquetarnos.
B.- Y del Orgullo gay de Madrid, ¿qué opinas?
A.B.- Que es absolutamente comercio. Puro y duro comercio, por eso se hace una semana más tarde que en el resto del mundo. Siempre tendremos algo que reivindicar, pero no nosotros, todo el mundo.
B.- Tú eres de los que aprovechas el micrófono para alzar la voz…
A.B.- Yo hago crítica absolutamente de todo, a veces constructiva, otras veces destructiva, pero siempre empezando por mí mismo. Primero me descalifico yo, sé hasta dónde puedo llegar, para después intentar exprimir los limones que llevan los demás a esa fiesta de zumos.
B.- ¿Has tenido algún problema con tus parejas por la profesión que tienes?
A.B.- Absolutamente ninguno, porque siempre he separado el personaje de la persona. Con mi marido, con el que llevo cuatro años casado, no he tenido ningún problema, porque él entiende perfectamente que es mi trabajo. Es como si una cajera de Carrefour es amabilísima conmigo yo debería tener derecho a meterle mano. Ser amable, ser gracioso, no te da derecho a nada.
B.- A Bilbao, ¿qué le falta?
A.B.- Faltarle, no le falta nada. Quizás le falte un millón de habitantes más, y tres millones si queremos compararnos con Madrid o Barcelona. Pero en Bilbao somos de mente abierta, ‘open mind’, siempre lo hemos sido. Algunas veces nos damos la vuelta en la calle, pero nos damos la vuelta una vez, la segunda vez ya no.
B.- En el vestir, ¿no somos un poco clásicos?
A.B.- ¡Pero es que somos de Bilbao! ¿Por qué tenemos que imitar a alguien? ¿Por qué tenemos que ir como en Barcelona, que parece que nunca han acabado las olimpiadas, porque todo el mundo va en chándal? Si además no está reñido lo cortés con lo valiente. Bilbao siempre ha sido una ciudad elegante. El azul Bilbao es elegante, y a partir de ahí, sabemos salir en Aste Nagusia hechos unos cerdos a veces, o salir de punta en blanco y acabar hechos unos cerdos. Sabemos divertirnos.
B.- ¿Me desvelas tu rincón favorito de la ciudad?
A.B.- Mi rincón de toda la vida ha sido lo que ahora es el paseo de Uribitarte, y cuando yo era joven eran unas vías de tren. Me encantaba, cuando era muy jovencito, venir desde Bedia y sentarme en aquellas escaleras para mirar la Ría.
B.- ¿A quién admira Asier Bilbao?
A.B.- No soy nada idólatra. Nunca he sido fan de nadie, ni tengo recortes de nadie. Yo he vivido la Superpop y la compraba todas las semanas, pero nunca he sido fan de nadie.
B.- ¿Y cómo son tus fans?
A.B.- Creo que tampoco tengo. Yo no creo que tenga fans, creo que tengo un público que a veces se divierte y a veces no. Fans incondicionales no creo que tenga. Por lo menos en las redes sociales no me da la sensación de tenerlos.