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Alejandría Cinque


Se define como un paisajista que se sirve de la performance para generar situaciones no convencionales desvelando imaginarios ocultos con los que diseñar nuevas estrategias de activismo a través de la retórica de la imagen. entre sus trabajos escénicos destaca ´La Trilogía de la Noche´, saga de performances inspirada en la teoría queer, realizando también trabajos como fotógrafo y coordinador de eventos y festivales. 

Revista BLUE.- ¿Qué te motiva a abordar temas sociales en tu arte?

Alejandría Cinque.- Más que temas sociales, mi trabajo como director de escena consiste en crear imágenes que me sirven para reflexionar sobre mi propia vida y contexto. Estas narrativas que parten de lo personal las extrapolo a cuestiones universales con la intención de lograr que un público general pueda empatizar y conectar con imaginarios completamente ajenos que les permitan cuestionar o ampliar las fronteras de su statu quo.

R. B.- ¿Qué mensaje te gusta transmitir con tus obras?

A. C.- En mis performances no me gusta plantear moralejas, o al menos no de manera intencionada. Con cada pieza busco invitar al espectador a adentrarse en un micro universo, observarlo desde la mirilla y ver que las relaciones y convenciones funcionan de formas peculiares. Me gusta mucho seducir con imágenes preciosas que no operan necesariamente siempre desde lo bello sino también encontrar la belleza en lo sórdido. Lo que busco transmitir más que mensajes, son emociones que el espectador necesite procesar tras ver la obra. Para mí una obra es un éxito cuando genera conversación y reflexión, cuando remueve y el público se queda rumiando, con resaca.

R. B.- ¿Cómo ves la relación entre el arte y la activismo?

A. C.- Es una relación compleja. En ocasiones una relación donde ambas partes se nutren y benefician, en otras ocasiones llega a ser más bien turbia. Por mi experiencia como creador y espectador de obras que pueden leerse como activismo, trato de responder a estas preguntas de manera tajante: no me considero un artista que trabaje arte activista, aunque en mis obras pueda haber cierto carácter reivindicativo. Mi trabajo opera más bien en el poder de lo simbólico y la representación del mundo a través de la poética de construir imágenes poéticas que laten y sudan. Me interesa más la carne que el verbo. Reconozco que siempre busco agitar y que mis obras tengan cierto carácter insurrecto pero sin llegar al panfleto. Me genera mucho conflicto cuando el arte se apropia de discursos de la calle sin una implicación real con la causa. Para hablar de las luchas hay que hacerlo desde dentro y con ansias de querer cambiar el mundo. Yo ahora mismo me encuentro más bien en una posición derrotista con la única capacidad de describir, escenificar e intentar encontrar reductos de esperanza en un mundo que cada día me espanta más.

R. B.- En Bilbao no solemos disfrutar de obras como tus exposiciones fotográficas o tus creaciones escénicas, ¿se debe a que el público no está preparado o que la ciudad no apuesta por este tipo de representaciones artísticas? 

A. C.- No creo que sea una cuestión necesariamente atribuible a Bilbao. Diría que pasa en casi toda España. En ciudades como Madrid y Barcelona, aunque haya más caldo de cultivo de este tipo de nuevos formatos, sigue siendo un reducto. Conseguir girar una pieza es misión imposible y los creadores de artes escénicas nos vemos atrapados en un bucle de tener que estrenar constantemente piezas nuevas a través de subvenciones gestionadas por instituciones que se despreocupan por completo del crecimiento y desarrollo de los proyectos que producen. Es absurdo que se destine tanto dinero público en obras que disfruta tan poca gente porque no hay ningún tipo de continuidad o acompañamiento o red que facilite que los proyectos tengan una devolución social. Llevo muchos años viviendo en Bilbao y si no he estrenado aún aquí no será porque no lo he intentado. A Bilbao le falta tejido artístico que dé espacio a todo lo que ocurre, porque caldo de cultivo hay. No paro de conocer artistas de Euskadi que desarrollan investigaciones increíbles, pero todos terminan migrando a otras ciudades para poder desarrollarse; y una ciudad sin artistas, es una ciudad sin alma. 

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