Tipología de Turistas gay
Queridas amigas, yo me paso el año viajando por motivos personales… Vamos que viajo por placer. Y a lo largo de estos años de de idas y venidas, entre dutifris y puertas de embarque he desarrollado una exhaustiva tipología de la viajera homosexuala que es probable que me eleve al cielo de los científicos sociales, amigas. Aquí os dejo la clasificación de la turista de cadera dislocada.
Las reinonas.
Las reinonas no buscan conocer mundo, amigas, buscan que el mundo las conozca a ellas. Eligen destinos de moda y muy exclusivos si su VISA se lo permite y documentan sus viajes a través de las redes sociales con multitud de fotos de fiestas repletas de chulazos, playas paradisíacas y hotelazos con más estrellas que la Guía Michelín. Es probable que se pasen todo el año encerrados en un gimnasio y comiendo pechuga de pavo para poder permitirse estos viajes.
Es fácil identificar a la turista reinona, es aquella a la que estás deseando darle una hostia cuando vuelve.
Las culturalas.
Su hábitat son los museos, catedrales y ruinas, probablemente porque para ruina el cuerpo que atesoran y prefieren esconder bajo amplias camisolas, pantalones de lino y fulares. Suelen viajar escondidos detrás de unas gafas y con un enorme tomo de la Espasa-Calpe bajo la sobaca mora. Siempre quisieron ser reinonas, pero o se metieron un ciclo caducado o son más feas que un gremlin en un aquapark.
Si quieres reconocerla, es esa que produce narcolepsia a toda marica incauta que le pregunta por su viaje cuando vuelve.
Las estresadas.
Estas maricas cayeron de pequeñas en una tinaja llena de café con leche y viven la vida espasmódicamente. Siempre tienen prisa y no les gusta que les hagan perder el tiempo. Son las que van a una agencia de viajes y piden que les programen hasta el momento de ir a cagar. Tienen la agenda más apretada que Falete dentro de una 36. Se van de viaje estresadas y vuelven infartadas. El destino les es indiferente, lo que en realidad necesitan es un horario detallado.
Para reconocerlas, viajan siempre con una agenda, un reloj calculadora y un desfibrilador portátil.
Las salidas.
Éstas viajan con la polla haciendo las veces de brújula. No les interesa ver un museo, salvo que haya desnudos colgados de las paredes; no les interesa una playa, a no ser que sea nudista. Viajan con el único objetivo de rozar la cebolleta contra cualquier cosa susceptible de ser rozado. Un chulazo, una farola, el canto de una puerta de un prostíbulo vietnamita. Para ellos no pasan los días, pasan los polvos y a menudo son tan feos que no les queda más remedio que viajar a lugares donde la necesidad es acuciante y pagan miserias a chavales que nacieron cuando ellos iban por el tercer infarto.
Son fáciles de reconocer, van dejando una fina línea de baba a su paso.
La aprovechada.
La aprovechada es la típica marica arruinada y/o más agarrada que un chotis, que aprovecha hasta las tapas del yogur. Son las que se ponen los gallumbos del revés para ahorrarse una colada. Lo más probable es que se haya pasado el año haciendo amigos por las redes sociales para, llegado el estío, jugar a la oca con sus nuevos amigos. Irá de ciudad en ciudad en plan ocupa, dormirá en vuestros sofás, comerá vuestra comida, beberá vuestra cerveza y lo más probable es que no os la folléis jamás, a no ser que sea pasiva, que a éstas no les gusta dar, pero les encanta recibir.
Es fácil descubrir a la aprovechada, es a la que le tienes que pagar la cena para que te cuente qué tal lo ha pasado.
La mochilera.
La mochilera es esa mariquita súper enrrollada y bohemia que sueña con la paz en el mundo y viaja a un lugar lejano en un vuelo carísimo, y documenta su viaje con un smartphone cuyo valor equivaldría al PIB del país que visita. Para luego regatear 3 céntimos al taxista y alojarse en cuchitriles donde les pegan la sarna, que con gusto no pica. Y para ellos es un gusto ahorrarse unos centimillos. Suele estar tan implicada la “hijaputa” con el tercer mundo que regala todo su dinero al millonario dueño de una línea aérea y a los ricos accionistas de Apple, mientras les escatima dos pesetas a los pobres a los que tanto quiere.
La descubrirás porque es la que se arrasca a la vuelta y renueva su fondo de armario con lo que se ha ahorrado explotando a los indígenas.