Amar NO es un delito
Aunque España sea un país en el que todavía haya mucho que mejorar en el capítulo de la homofobia y dónde no sea oro todo lo que reluce, si no basta con la guerra que han dado algunos en torno por ejemplo al matrimonio homosexual, los problemas que sufrimos son casi anecdóticos en comparación con los que sufren homosexuales de otras partes del Mundo dónde a muchos lo que les espera es la muerte tras descubrirse su tendencia sexual. A través de estas líneas vamos a hacer un recorrido para saber cómo está el percal a lo largo y ancho del globo dónde la homofobia sigue campando a sus anchas, el colectivo LGBT sigue siendo perseguido y dónde en más de 70 países la homosexualidad sigue pagándose con la cárcel o la vida.
Aunque cuestiones como éstas sigan siendo noticia es tremendo y denunciable, los medios de comunicación nos ayudan cada día a saber que la gente muere en muchas partes del mundo por amar a personas de su mismo sexo. No hace demasiado un ugandés fue quemado vivo por ser gay, en Sudán acaban de condenar a muerte a un hombre por sodomía, o sin la necesidad de llegar tan lejos, las palizas por parte de grupos ultras a gays y lesbianas son demasiado habituales en nuestro mismo país. Afortunadamente poco a poco vamos ganando nuestro espacio y consolidando nuestras libertades sin olvidar que no hace demasiados años, en 2.001, cuatro parejas homosexuales se casaron en Holanda y que hemos llegado dónde hemos llegado.
Comenzamos nuestro análisis en África que tiene el deshonroso honor de ser el continente más homófobo del planeta, 32 de sus países castigan la homosexualidad con la cárcel y cuatro de ellos, Nigeria, Somalia, Sudán e Isla Mauricio, con la pena de muerte. A destacar el caso de Sudáfrica, que tal como y habréis comprobado en nuestra sección de viajes, es un país donde el matrimonio homosexual está legalizado. Muchos de los países de estos continentes juegan con la máxima de que la homosexualidad no es ilegal, pero sus castigos pasan por aplicar delitos como el escándalo público, es el caso de Egipto o Marruecos. Además es muy peligroso cuando determinadas cuestiones se mezclan con las religiosas, de hecho la máxima del Islam es que la homosexualidad es un vicio introducido por los colonizadores europeos que hay que combatir. Esto ha llevado a que países como Uganda hayan aprobado una ley antihomosexual que castiga a los gays con cadena perpetua y por si eso fuese poco prevé penas de cárcel para aquellas personas que no les delaten ante las autoridades. De hecho hay periódicos que publican listas de presuntos homosexuales acompañados de sus fotos para que sean castigados.
Merece capítulo aparte lo que significa la aplicación de la Sharia en los países de mayoría musulmana donde es legal la persecución de la sodomía, algo normal en todos los países de Oriente Medio, salvo Irak y Jordania, con castigos corporales, reclusión en instituciones mentales o la pena de muerte como en Irán, Yemen, Qatar y Arabia Saudí. El único país donde se pueden casar las parejas del mismo sexo es Israel. Y aunque países como Nepal, Indonesia o las dos Coreas no existen leyes contra los gays, la marginación y la humillación es lo más habitual. Más sangrante es el caso de China que considera la homosexualidad una condición anormal que puede ser cambiada a través de la persuasión o la violencia física, es decir con tratamientos a través de terapias con descargas eléctricas. Por el contrario destacar el caso de Vietnam que tolera las bodas homosexuales aunque no les otorga un valor legal o India que su Tribunal Supremo reconoce el tercer género para los transexuales.
En Europa, Francia y Reino Unido han sido los dos últimos países en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, datos como estos nos hacen pensar que vivimos en un continente avanzado y de libertades, pero no nos deben hacer perder de vista que la homofobia se ha disparado en los últimos años pese a las conquistas legales, muchas veces la calle es más peligrosa que los jueces y los políticos. Según un estudio de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE, la mitad de los encuestados asegura que en el último año había sufrido alguna forma de discriminación por culpa de su orientación sexual. A través de la televisión y de las redes hemos visto como grupos ultras hacen gala de agresiones a personas del colectivo LGBT, se trata de grupos que se ven amparados en buena medida por el crecimiento de partidos de ultraderecha, como el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia o Amanecer Dorado en Grecia. El caso más sangrante es el de la Rusia de Putin que ha aprobado una ley contra la homosexualidad, a la que califica como una “propaganda” que es necesaria combatir. En su día el propio Putin la vendió como una herramienta para mantener a los gays lejos de los niños y para luchar contra la pederastia, en realidad una ley que impide a los gays organizar actos ni protestas en público ni utilizar medios de comunicación. Mientras tanto los neonazis hacen de Rusia su campo de caza de homosexuales mediante citas falsas que acaban con tremendas palizas que muchas veces terminan con la muerte, asesinatos que quedan impunes por parte del Estado y que provocan la indiferencia de su población.
Los homosexuales van ganado terrenos rápidamente en América del Norte, Canadá aprobó el matrimonio homosexual en 2.005, después de varios países europeos, ya en EE.UU Massachussets fue el primer estado en 2.003 en aprobar las uniones de personas del mismo sexo, tras él otros 14 estados incluso algunas zonas de México, a partir de 2.010 dieron el paso Argentina, Brasil, Guayana Francesa y Uruguay, camino que están a punto de seguir Chile y Perú, mientras que Colombia y Ecuador reconocen las uniones entre personas del mismo sexo. Belice y Guayana castigan con cárcel las relaciones homosexuales.
En las antípodas, Nueva Zelanda aprobó el año pasado el matrimonio homosexual y tres estados australianos reconocen las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Duro revés supuso la declaración de ilegal dos meses después de su aprobación del matrimonio en el Territorio de la Capital Australiana.
Aimar lleva desde 2013 vinculado al grupo de diversidad afectivo sexual de Amnistía Internacional en Euskadi, tiene un doctorado en la Universidad del País Vasco con una tesis sobre Homofobia y derechos humanos en África. Además trabaja visibilizando la violación de los derechos humanos de las minorías sexuales y exigiendo a los gobiernos que respeten los derechos humanos de las personas LGTBI. Él nos cuenta su visión de la homosexualidad en el mundo.
Hablar sobre los derechos humanos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales (LGTBI) es hacer alusión a una realidad cargada de buenas y malas noticias. Por una parte, que cada vez es mayor el número de países que igualan en derechos y libertades a las personas sin que la orientación sexual e identidad de género sean motivo de diferenciación y discriminación. Por otra, también son cada vez más los Estados que adoptan leyes destinadas a criminalizar o incluso recriminalizar a las minorías sexuales, institucionalizando la homofobia y transfobia, legitimando los crímenes de odio contra las personas LGTBI o extendiendo los discursos de odio en el medio público.
La diversidad de afectos, deseos e identidades caracteriza en esencia a la humanidad. Sin embargo, en algunos países ser homosexual constituye un delito penado con la cárcel o incluso con la muerte, al tiempo que el recorrido de las demandas de las personas transexuales y transgénero es lento, impreciso y esquivo. Si bien la homofobia y transfobia transcienden las fronteras de naciones y Estados -estando presentes en todo el mundo-, las leyes y normas que legitiman la violencia y alientan la discriminación han de ser urgentemente derogadas para garantizar el disfrute de todos los derechos por todas las personas.
En esta ingente tarea participan activistas, militantes y personas anónimas de todo el mundo, luchando por una sociedad en la que la diversidad no sea contestada con violencia, sino con respeto. Gracias a su esfuerzo, actualmente el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en una veintena de países y la adopción homoparental accesible en otros tantos. La visibilidad y activismo del movimiento LGTBI y de sus aliados en todo el mundo ha de llevarse el mayor de los reconocimientos, ya que constituyen la fuerza que impulsa una sociedad que abrace la diversidad.
Ésta se trata de una lucha que no puede cesar mientras persista la homofobia, transfobia y violencia. Las personas LGTBI que viven en países donde su orientación sexual se halla criminalizada o su identidad de género discriminada sufren graves problemas psicológicos y afectivos. Entre los efectos que generan las leyes que criminalizan y discriminan a este colectivo se encuentra la invisibilidad, discriminación laboral, exclusión social, acoso, abuso verbal, violencia física y sexual, intimidación policial, chantaje, extorsión, violación del derecho a la libertad de expresión, asociación y reunión además de la criminalización de las identidades homosexuales en el medio público. Esto es, todo un conjunto de elementos que merman las condiciones de vida de las personas LGTBI, su dignidad y sus derechos humanos.
Los ataques se producen tanto en el ámbito público como privado de las víctimas. En algunos casos, la búsqueda de espacios seguros o el exilio suelen ser salidas por las que optan las personas que son perseguidas por su orientación sexual e identidad de género. En otros, resulta habitual ocultar la orientación sexual o la identidad de género. De acuerdo con uno de los últimos informes de Amnistía Internacional sobre homofobia, transfobia y crímenes de odio en EUROPA, “debido a la discriminación, los prejuicios y la violencia, muchas personas en Europa siguen ocultando su orientación sexual y su identidad de género incluso a compañeros de trabajo, amigos, compañeros de estudios y familiares”.
Si bien en Europa es necesario luchar por extender y consolidar los derechos de las personas LGTBI, globalmente destacan algunos territorios donde la homofobia de Estado, violencia y crímenes de odio se encuentran particularmente extendidos. En este sentido, ÁFRICA se distingue por ser el continente que cuenta con una mayoría de países donde la homosexualidad se halla criminalizada y la homofobia institucionalizada. En una tierra caracterizada por su diversidad y crisol sociocultural, en torno a 40 países aplican alguna ley que viola los derechos humanos de las personas LGTBI, 4 de ellos con la pena de muerte.
A modo de ejemplo, Jean-Claude Roger Mbede, preso de conciencia e icono en la lucha por los derechos humanos de la comunidad LGBTI en CAMERÚN, falleció el 10 de enero de 2014 en su ciudad natal, Ngoumou, aquejado por una dolorosa enfermedad. Mbede, de 34 años, murió solo, despreciado por su familia y perseguido por la justicia tras enviar en 2011 un mensaje de texto en el que manifestaba su amor hacia otro hombre.
La recriminalización de la homosexualidad ha sido otro de los hechos que ha caracterizado a algunos países africanos. El presidente de NIGERIA, Goodluck Jonathan, aprobó en enero de 2014 una ley que prohíbe el matrimonio entre personas del mismo sexo, penado con 14 años de prisión para cada miembro de la pareja. Asimismo, cualquier persona que muestre en público, de forma directa o indirecta, una relación homosexual será condenada a diez años de cárcel, de acuerdo con la nueva legislación. En UGANDA, el tribunal constitucional revocó en agosto de 2014 por unanimidad la ley que convertía la homosexualidad en un delito agravante, incluyendo la cadena perpetua para los reincidentes. Sin embargo, actualmente se persiste en aprobar una nueva ley que endurezca la criminalización de la homosexualidad en el país.
El Estado de los derechos humanos de las personas
LGTBI en África constituye un motivo de gran preocupación para Amnistía Internacional. El presidente de GAMBIA, Yahya Jammeh, declaró en febrero de 2014 “por lo que a mí respecta, LGBT significa lepra, gonorrea, bacterias y tuberculosis, todas las cuales son un peligro para la existencia de los seres humanos”. En SUDÁFRICA los crímenes de odio contra las mujeres lesbianas persisten. En agosto de 2014 Disebo Gift Makau fue violada y brutalmente asesinada en Ventersdorp, mientras que en julio de 2013 el cuerpo sin vida de Duduzile Zozo fue hallado en Ekurhuleni con evidentes signos de tortura. En diciembre de 2014, en EGIPTO 33 personas fueron detenidas en un hamam durante una redada acusados de practicar “actos homosexuales indecentes e inmorales”.
En cualquier caso, África no es el único foco de atención para los defensores y defensoras de los derechos humanos. RUSIA continúa restringiendo el derecho a la libertad de expresión, asociación y reunión pacífica desde la aprobación de la ley contra la propaganda homosexual en junio de 2013. Esta norma, que identifica la homosexualidad con la pedofilia y busca proteger a los menores de edad de la propaganda sobre las “orientaciones sexuales no tradicionales”, vulnera gravemente los derechos humanos de las minorías sexuales en el país, además de afectar a los mismos menores de edad que el Estado supuestamente busca proteger. En MACEDONIA, este mismo mes de enero ha sido aprobada una ley destinada a prohibir los matrimonios entre personas del mismo sexo, sentando las bases de un sistema legislativo que consolida la discriminación, violencia e intolerancia por razones de orientación sexual e identidad de género en el país.
Éstas son algunas de las noticias fruto de la intolerancia y de la homofobia de Estado. También son titulares que nos hacen estar alerta y movernos a actuar por la justicia social y el respeto a los derechos humanos. De hecho, detrás de cada mala noticia se esconde un relato de lucha y de activismo, donde mujeres y hombres no cesan en su empeño por reivindicar que la sexualidad, el placer, el deseo, el afecto e identidad son múltiples y diversos, estando lejos de constituir delito alguno.
Amnistía Internacional considera que las personas detenidas o encarceladas en virtud de este tipo de leyes son presas de conciencia, y por ello trabajamos para lograr su libertad inmediata e incondicional. La despenalización es esencial como un primer paso en el camino hacia la igualdad plena de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y transgénero. En palabras del premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela: “nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”. Hagamos nuestras las palabras de Madiba, y enseñemos entonces que amar no es un delito.