Folegandros
La hermosa y pequeña isla de Folegandros está situada muy cerca de la isla de Santorini y se está convirtiendo en un destino muy popular año tras año, especialmente entre los viajeros LGTB. El paisaje espectacular, las casas tradicionales, las playas de aguas cristalinas y el lujo total de la isla, componen una atractiva opción para las disfrutar de las vacaciones.
A una hora y media en ferry de la turística y bulliciosa Santorini, se encuentra la bellísima Folegandros, una pequeña isla del Egeo pintada en blanco y azul, cuyo encanto reside en mantener intacto el verdadero sabor y costumbres griegas. Una autenticidad que la convierte en un destino idóneo para viajeros ávidos de experiencias poco edulcoradas.
Para atravesar su capital, Hora, compuesta por cuatro plazas, sobran quince minutos a pie; y para recorrer la única carretera que rodea la isla no hace falta más de media hora. En Folegandros hay 800 habitantes y 3.000 camas para turistas, que se cubren únicamente en la temporada alta, un único cajero, un médico, una estación de policía, una carretera, tres autobuses de línea y un taxi.
Por su caprichosa geología la isla sorprende desde la llegada al pequeño Puerto de Karavostasis. Una vez allí es fácil saber por qué su aislamiento contribuye en gran manera a su encanto. Desde Santorini no todos los días parte un ferry; y para visitar desde Folegandros las principales islas colindantes: Milos, Sikinos o Sifnos, no hay más remedio que consultar a diario unas pintorescas pizarras situadas en algunas plazas, que recuerdan en tiza a los turistas los escasos horarios de los ferries.
Las suaves temperaturas durante todo el año, entre 18 y 19 grados, así como las cortas distancias, hacen que, tanto expertos conductores como novatos, puedan disfrutar del alquiler de una moto para recorrer los mejores rincones de la isla, evitando depender de los impuntuales y destartalados autobuses de línea. Eso sí, si el viaje es en temporada alta, es necesario reservar on line con antelación para evitar que el alquiler de una moto se convierta en una gesta titánica a precios astronómicos.
A lo largo de los 13 kilómetros que atraviesan Folegandros por carretera, la belleza natural se va mostrando salvaje y sobrecogedora. En el trayecto de apenas quince minutos hacia la pequeña localidad de Ano Meria, asoman las impresionantes colinas verticales escarpadas, a 200 metros sobre el mar, surcadas por filas y filas de paredes de piedra que separan de forma sobrenatural cada pequeña parcela arable, con el objetivo de preservarla de los vientos.
En la moto, con la suave caricia los “Meltemi”, como se conoce a los vientos veraniegos del Egeo, es imposible dejar de pensar en todo el tiempo y el trabajo destinado por generaciones y generaciones de habitantes de la isla en construir a mano estas pequeñas murallas que llegan hasta el mar.
A lo lejos, playas y playas solitarias de aguas turquesa asoman a lo largo del camino entre las colinas escarpadas. Livadaki, Agios Nikolaos, Katergo o Agios Georgios son algunas de las más bellas, accesibles únicamente en bote o por medio de largas caminatas de una o dos horas, que nunca se deben realizar bajo el calor de agosto para evitar insolaciones.
Otro aspecto que enamora de Folegandros es la hospitalidad y simpatía de sus residentes. No es raro encontrarse a señoras de riguroso luto conduciendo el ganado o a granjeros reunidos en torno a las damas o el ajedrez viendo la vida pasar. Tampoco es de extrañar que, sin un motivo aparente, se organice un improvisado baile griego en el exterior de un bar o en una plaza, al ritmo del violín y el lute, regado, por supuesto, de vino de producción propia, de ouzo -un licor hecho a base de uvas maduradas y anís-, de raki o de rakomelo (raki y miel).
Hora, la capital de la isla, es sin duda el mayor atractivo y el mayor preservado, y ofrece algunas de las instantáneas más impactantes de las islas Cícladas junto con la Caldera de Oia en Santorini. Sus cuatro plazas sucesivas se encuentran surcadas de pequeñas tiendas con encanto y de restaurantes como Nicolás, Pounda, Kritiokos o Spitiko que ofrecen, por precios razonables, las exquisitas especialidades culinarias de la isla como matsata, pasta hecha a mano servida con conejo o cabra en salsa roja, o txatiki, un entrante a base de ajo, yogurt y pepino.
Un paseo por el barrio del Kastro, un asentamiento medieval que protegía a los habitantes de incursiones enemigas, es visita obligada, con sus pequeñas casas de escalones infinitos. Como colofón, el visitante tampoco puede perderse uno de los más impresionantes atardeceres del mundo desde la preciosa Iglesia de Panagia, situada en lo alto de una colina a la que cada tarde decenas de personas peregrinan para disfrutar de un auténtico espectáculo con una suave cerveza griega Mytos.
Atardeceres de naranja intenso, silencio y relax infinito en la ya conocida como “la isla de la Paz”, un ejemplo a preservar de la Grecia más verdadera.
Cómo llegar: vuelo directo desde Bilbao a Santorini con Vueling.
Dónde dormir: Anemomilos Apartment (preguntar por Cornelia). Las mejores vistas de la isla.