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Roma

Ciao Bello! Pizza, pasta, gladiadores, togas, motos, ruinas, horteras de bolera y mucho mucho orgullo nacional es lo que te espera en la capital italiana. No se puede decir que sea un destino gay por excelencia, pero no por esto deberíamos quedarnos sin disfrutar de las cientos de miles de maravillas que nos aguardan en la bella Roma. Además, aunque no sea lo más conocido de su sociedad, hay más vida LGTB de lo que parece, y puede ser muy divertida. ¿Y que no les gusta ver a dos hombres que se dan la mano por la calle y palomas al vuelo y demás? Pues que se aguanten. ¡Allá vamos!

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Lo primero que está bien tener en cuenta sobre la capital italiana es que el transporte público funciona fatal y que usar los buses y el metro implica un nivel de paciencia que a veces nos puede agriar la vacación. Por otro lado, olvídate de la imagen de Audrey Hepburn sobre una vespa: si pretendes moverte por Roma y quieres vivir para contarlo, no vayas en moto porque conducen como bestias pardas. Lo mejor es que te recorras el centro a patita ya que precisamente lo mejor de Roma es callejear, quedarte embobado mirando fachadas, tienditas, recovecos y misterios varios diseminados por todas partes. Así que calzado cómodo, botella de agua ¡y en marcha!

Dicho esto, prepárate para enamorarte, porque te esperan obras de arte, edificios milenarios y algunas de las construcciones más increíbles del mundo:
La visita al Coliseo es ineludible. Con sólo imaginar el tiempo que lleva aquello en pie y la de cosas que han pasado en sus entresijos, se te erizan los pelos del culete. Además, al ladito mismo podemos ver los restos de las termas de Caracalla y el Circo Massimo, que en realidad no es más que una explanada con poco más que cuatro piedras, pero para los nostálgicos de las películas tipo Ben Hur puede ser bonito ir a imaginarse las cuádrigas dando vueltas. Hacia el otro lado del Coliseo están los Foros Imperiales y el Foro Traiano, que eso sí que son unas ruinas en condiciones: lo que queda del Imperio Romano, que no es poco, se extiende ante nuestros ojos. ¡Ale, ahí tenéis el primer pack a distancia caminable!

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Por otro lado tenemos las callejuelas del centro, que de por sí ya son una maravilla, pero que además albergan lugares tan emblemáticos como la Fontana di Trevi, El Pantheon, la Piazza Navona, La Piazza Espagna, la Via del Corso (donde nos podemos hinchar a hacer compras) y la Piazza del Popolo. En esta última plaza hay una pequeña iglesia donde, gratis, podemos admirar un par de cuadros de Caravaggio verdaderamente espectaculares, por cierto. La Piazza del Popolo es un buen lugar en el que parar un poquito la marcha turística y dedicarnos o bien a tomar el solete o un cafelito en el adyacente Villa Borghese, un enorme parque en el que –alerta marica- se hace bastante cruising, o bien sentarnos a la orilla del Tiber a descansar comiendo un helado.

Si no estamos reventados, cerquita de este punto y a orillas del río se muestran ante nuestros ojos llenos de síndrome de Stendhal el Castillo de San Angelo, lugar de escondite de los papas en tiempos revueltos, y el cupulón: la Basílica de San Pedro en su propio minipaís, el Vaticano. Te guste o no el aire que se respira por estos lares, la plaza diseñada por Bernini y la Basílica de Bramante constituyen una visión inolvidable. Además, dentro de la basílica se encuentra la Piedad de Miguel Angel y el fantástico Baldaquino de San Pedro, también de Bernini, y ambas cosas se pueden visitar gratis. No lo es por el contrario el acceso a la cúpula, pero con las espectaculares vistas que tenemos desde ahí vale la pena rascarse un poco el bolsillo.

Mucho más caro pero muy recomendable, sobre todo para aquellos con interés y conocimiento sobre historia del arte, es visitar los Museos Vaticanos. Tienen de todo, y es una visita que se puede extender tanto como uno quiera, pero lo más espectacular sin duda es ver la Capilla Sistina, donde Miguel Ángel se dejó los ojos y los riñones.

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Obligada es también la visita al Trastevere, el barrio más bohemio de la ciudad, una cucadita muy turística donde tomarnos una botellita de vino en una terraza o donde sentarnos en una plaza a ver pasar a los personajes locales. Para los amantes de los mercadillos: al ladito del Trastevere a unos quince minutos caminando o a cinco en tranvía (que no funcionan tan mal pero que no comunican más que zonas más periféricas) está el mercado más grande de roma: el Porta Portese. Aquí se pueden conseguir desde objetos absurdos e inservibles, hasta falsificaciones de marcas de moda pasando por montones y montones de ropa de segunda mano a precios de risa. Otra cosa es que estemos por la labor de revolver. Pero ojo, sólo está los domingos por la mañana, así que organícense ustedes la agenda.

Pero vamos a lo que interesa de verdad: ¿dónde están los gays y lesbianas de Italia? Porque si uno enciende el grindr, se dará cuenta que la ciudad está plagada. Y buenorros hay por un tubo, aunque un poco demasiado bronceados y de ceja depilada. Entonces, ¿dónde se esconden? aquí todas las claves:

Empezamos por lo más básico y lo más visible. La Vía San Giovanni in Laterano. Está al lado del Coliseo y alberga lo poco que puede considerarse oficialmente gay a pie de calle que hay en la ciudad: el ComingOut, el local mítico donde empezar la noche, y un puñado más de bares y tiendas. Poca cosa, pero sí es cierto que es donde la mayoría de romanos LGBT se toman la primera copichuela.

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Otra opción muy interesante, más abierta en general que últimamente es centro neurálgico de las modernas romanas es el Pigneto. Es un barrio obrero que se ha puesto de moda con muchos bares, restaurantes y multiculturalidad al que se llega en tranvía, y que en realidad no está nada lejos del centro y merece mucho la pena. Para los fans de las gafas de pasta, los osos y los gay más relajados, está genial. Además, cerquita de aquí está el Circolo Degli Artisti, un bar-discoteca con encanto y buena música que los viernes tiene noche gay.

Si queremos tralla y discotecón y lo que nos interesa es el músculo depilado, tenemos una oferta estupenda, no en vano Italia es la meca de la piel bronceada y aceitosa. La estrella es la mega discoteca La Muccassassina. Enorme, llena de gogós y salas con diferentes músicas, espectáculos de todo tipo en directo… ¡no tiene desperdicio! Está en Via de Portonaccio cerca del barrio del Pigneto, por si alguien quiere hacer un mixto.

Luego hay otras fiestas itinerantes que se organizan en distintas discotecas, claro. Aparte de las que todos conocemos están Popslut, Amigdala, Glamda, Roboteire… es cuestión de ir visitando las páginas web y ver cuándo se hace cada una. Un poco de trabajo de producción, amigos.

Si vamos a Roma en verano es posible que nos encontremos con que los principales fiestones de la ciudad han desaparecido. ¡No teman! Esto es costumbre en Italia mandar las fiestas de las discotecas a las afueras a zonas más fresquitas con piscinas y tal. En este sentido el público gay romano en los últimos años ha decidido que el sitio que más mola es el VintageVillage: una zona de conciertos, restauración y rollito cultural, que los viernes por la noche alberga una de las fiestas con más éxito entre los gays. Está un poco a desmano en el Parco de Centocelle pero merece la pena una visita.

Lo que está claro es que en Roma hay vida gay y además muy animada y más variada de lo que cabría esperar. Sólo hay que vencer los prejuicios e investigar un poquito y la visita a esta ciudad puede resultar un mix de turismo cultural, gastronómico y fiestero que además está a tiro de piedra y es toda una experiencia.

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